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miércoles, 7 de septiembre de 2011

MIS JUEVES Y MISJUEVES: (II) Meditaciones en torno al Garbí (Jueves 18/8/2011)

Elige lo que te abre: a los otros, a nuevas experiencias, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y lo que te entierra. ¡Suerte!” (Fernando Savater, Ética para amador)

          En Portugal, después de seis meses, había probado a correr por Montaña, motivada y protegida por la belleza del entorno. El Parque Natural de Montesinhos fue como haber entrado en un cuento, al que no habían podido seguirme las pesadillas que me atormentaron durante el invierno. Era consciente de que un sentimiento así entraña el riesgo de sentirse invulnerable y no saber parar a tiempo. Al volver busqué lo mismo en mis amigos: aliciente y cobijo. En la Naturaleza no me molestó estar sola y disfruté de mí mísma como tantas veces; sin embargo, deseaba regresar a la manada.
          Decidí recuperar la rutina de Misjueves, aunque tuviera que ir la última y no completara la ruta. Quedamos en el área recreativa El Murtal (carretera de Estivella al Garbí) más tarde de lo habitual, a las seis. El “equipo”, como la vida en la capital, acusó el mes de agosto; sólo acudimos cinco, extraordinariamente aplastante mayoría de mujeres: nuestro “pastor” y cuatro chicas. “Ahora entenderán que estés tan motivado para correr”, bromeamos.
          Empezamos a correr por el SL en dirección a la canal del Garbí. Cada vez que pasamos por allí surge el comentario del jueves que encontraron el muerto (extraordinariamente yo no iba) Pensé en la última vez que subí por las cadenas, en el GR10Extrem, al amanecer. El voluntario de la organización que guiaba a los participantes desde arriba gritó: “¡Marian y Pilar: las chicas de Misjueves!”. Somos la única pareja femenina que ha participado en la prueba, y no nos salió nada mal. ¡Fue un día precioso!, que durante estos meses he intentado olvidar, para no culparme más por ello, para no saber cuánto lo echaba de menos. A veces reconozco puntos de las carreras donde gente a la que ni siquiera conocía me animaba por mi nombre. A veces oigo en la radio las canciones que solían poner en meta. ¡Era bonito! Por primera vez soy capaz de escuchar a mis compañeros hablar de viajes, ascensiones, pruebas, en las que no puedo participar. Me alegro por ellos, sinceramente. Je, je, la ventaja que tengo es que ya he ido a la mayor parte de los sitios. Pienso en mi ruta, en que estoy aquí después de seis meses, en mañana.
GR10Xtrem, Canal del Garbí
          Les dejo pasar y me quedo la última; no me cuesta demasiado seguirles. ¡Ya es! Lo hago hasta el principio de la trepada. Van a bajar por La Frontera y desde allí coger el barranco balizado que sale a la derecha. Volveré a los coches y les saldré al encuentro, así no les retraso; no quiero correr todavía las pendientes pronunciadas, precisamente lo que tengo tocado son los músculos que traccionan en la subida. ¡Estaba tan pagada de poder subir una Montaña corriendo!
          Veo atardecer haciendo deporte en la Montaña. ¡Cómo me llenan esos momentos! A pesar del intenso esfuerzo, todo está en paz dentro de mí; afuera, el mundo está bellísimo y en orden; quizá somos otra vez una misma cosa. Ni siquiera lamento no poder entrenar como los demás -¡es un pensamiento excepcional que no sé cuánto va a durarme!-. En caliente no me duele nada; me olvido por primera vez de la pierna. Disfruto corriendo a mi ritmo, ya no tengo podiums que ganar. Me siento liberada de mi propio cuerpo y al mismo tiempo bien dentro de él. Ni una máquina de hacer deporte ni “casi un objeto”: no soy mi pelo ni mi pecho ni siquiera las piernas fuertes de las que me enorgullecí. ¿Cuántos años hacía que no me sentía así? No justifico nada de lo que me ha pasado durante esta larga mala racha (no justifico ningún tipo de sufrimiento), pero quizá era éste el descanso que necesitaba. Era en los Amigos donde había de encontrarlo, no negaré que lo sabía; no acabo de entender por qué me empeñé en otras cosas, je, je.
          Haré todo lo posible por recuperarme completamente -¡me encanta estar fuerte!-; también volveré a gozar otros placeres. Pero ahora me recreo en este pensamiento inesperado. Sentirse deseada fuera de la cama debe de ser algo así. ¡Ay que ver qué cosas se le ocurren a una en la Montaña! Quizá por eso algunos no ven con buenos ojos que las mujeres hagan tanto deporte.
          Sin llegar a la explanada donde hemos dejado los coches, sigo el PR en dirección contraria a la que empezamos. Atravieso los chalets y asciendo por una pista pedregosa. Me sorprende poder correr cuesta arriba; decido alternar la carrera con el paso rápido, corto para que no se resienta el psoas, que sospecho que todavía me va a incordiar un tiempo. Llego a una bifurcación. El PR continúa por la pista; a la derecha sale una senda marcada como SL. Dudo y cojo esta última, me suena. Efectivamente, reconozco el trazado, pero no es por ahí por donde debo seguir para reencontrarme con el grupo.
          Estoy corriendo un tramo de la Marxa al Garbí, una media maratón solidaria no competitiva en la que he participado varias veces: la primera de ellas como senderista, con mi ex-pareja y Perdido, aprovisionados para pasar el día; luego la corrimos, excepcionalmente juntos de principio a fin. Hace dos años, en solitario, fue la primera carrera que gané en absoluta femenina ¡No es competitiva, pero la gente mete caña! Muchos aprovechábamos para tomar contacto con la nueva temporada. No hay podiums ni se publican clasificaciones; no fueron necesarios para no olvidar lo que sentí al coronar el pico oyendo anunciar a la organización: “¡La primera mujer!”. Paladeé el momento, convencida de que perdería la posición en la bajada por dentro del barranco (los descensos técnicos no son precisamente mi especialidad) ¡La primera, la primerita de todas! Me aferré a ese sentimiento y me dejé llevar sin pensar en los traspiés; disfruté el placer de entregarme en cuerpo y alma; corrí ligera hasta la meta.
          Algunos recuerdos adquieren una significación diferente dependiendo del momento en que los evoquemos; pero aquella bajada del Garbí la viví idéntica a como la evoco este jueves mientras vuelvo a correr por estos senderos, en circunstancias tan distintas. Releo la “crónica” en mis libretas.
Me sorprendió el crono. De la clasificación, lo más sorprendente era pensar que sí, esta vez sí, a esto sí tengo pleno derecho, sin “sucedáneos” ni “cosas a medias” ni ambigüedades ni impedimentos. La primera, sin más. La Montaña es así de inmensa y generosa conmigo ¡El mejor amante! ¡El mejor amado! En la bajada por el barranco frondoso deseé que la carrera no acabara -a pesar de lo mal que bajo-, quedarme allí para siempre, conservando la certeza, la seguridad, la autoestima, que encuentro cada vez que salgo al Monte” (27 septiembre 09, libreta 39) “Tengo la irracional sensación de que la Montaña sí me tendió esa mano, la de andar juntas por la Vida” (enero 2010, libreta 40)


          Algunas carreras las corrí como Ayla, “con la esperanza, en cierto modo, de que si corría lo bastante aprisa, podría dejar atrás toda la pena y toda su soledad” (J.M. Auel, El valle de los caballos). A casi todos los podiums llegué de pura euforia, como la temporada pasada, antes de la lesión. Algún día correré por Amor; todavía no he participado en mis mejores carreras. ¡Hay tantos sentimientos que deseo recuperar (algunos sólo los imagino, pero estoy segura de que existen); y otros que quisiera haber dejado atrás para siempre, porque no me hacían bien! Si sé cuidarme, podré volver a hacer deporte libremente, y tal vez encuentre “un abrazo como una Montaña”, más o menos así:


          Las asociaciones emocionales me permitieron rectificar mi error de orientación: por el SL bajaría a Estivella. Retrocedí hasta la pista marcada como PR y seguí ascendiendo la pendiente pedregosa, reconociendo lugares: el llaneo tras culminarla, el punto donde siempre hacemos el último reagrupamiento; en el sentido que llevo yo, sigue otra ligera subida, antes de bajar al barranco que remonta hacia La Frontera. Lo inicio, cuestionándome si no habré corrido ya demasiado para ser mi primer Misjueves. En ese momento oigo voces, ¡menos mal, el clan me salva del exceso! Doy la vuelta para terminar la salida integrada en el grupo.
          Llegamos a los coches todavía de día. En un par de meses acabaré con el frontal, aterida de frío, deseando volver a casa para meterme en la bañera y cenar mi hamburguesa completa. Pero a mediados de agosto se está estupendamente en los pueblos de Montaña; no hay prisa: mañana no se trabaja. Nos “duchamos” en la fuente del área donde hemos aparcado. Nos cambiamos de ropa y bajamos a Gilet, en busca del bar donde una de las corredoras y yo acabamos tomando cerveza el martes después de una ardua jornada de “cicloturismo”, en su nueva acepción de “viajar visitando tiendas de bicicletas”. Está cerrado. Acabamos haciendo “botellón” en un parque con vistas a la Calderona. Le pedimos a un padre de familia que nos haga una foto, que el día que caiga en mis manos les anuncio que voy a titular “Así entrena el campeón de España”.
          Charlamos y reímos hasta que la tertulia se disuelve. Dos de mis amigas se van a continuarla con un cola-cao a casa de una de ellas. Me invitan a quedarme a dormir. Si no fuera porque tengo perro, gustosamente recuperaría esta diversión que no pude disfrutar en la adolescencia... Me retiro satisfecha, contenta. Este mes de agosto he recuperado la costumbre de encontrarse con los amigos para merendar, tomar una cerveza, ir de tiendas (de bicicletas), cenar en casa de unos u otros, salir a hacer un poco de deporte... ¡Nunca he bebido tanta cerveza como los veranos de lesión! Reconozco que el próximo espero pasarlo en lugares donde ni siquiera lleguen las latas (¡que ya es difícil!); pero este distendido fin de vacaciones me está sentando estupendamente.
          Llegará el invierno y con él -por mucho que nos propongamos que no, este curso no- el estrés y la melancolía de los días cortos. Poco a poco iré aumentando el volumen de mis salidas y la Montaña se llevará de nuevo gran parte de mi Vida; renunciaré sin remordimientos a otros intereses y otros placeres, pero espero mantener vivo este hábito, este tesoro, no volver a alejarme tanto de mis Amigos. A su lado voy recordando quién soy, el valor de mi Vida. Con una sonrisa, con una ironía sutil, nunca permitirían que me la arruinara.
          Habéis sido como un pasamanos al que me he ido anclando a tientas para atravesar un verano que se anunciaba escabroso, hasta que he sido capaz de soltarme y caminar sobre la cornisa. Fue difícil hacerme bajar la escalera, motivarme para emprender el primer viaje, que rebrotara la ilusión...
- Lo has hecho tú, has salido tú, has vuelto cuando has querido, eres la persona más fuerte que conozco -me dirá una amiga, compartiendo la ensalada de la cena en un típico caserón de la huerta valenciana que han dejado a su cuidado. “Uno tiene que estar muy mal para no coger el teléfono a los amigos y tardar meses en contestar los mensajes” -comprendió sin mediar palabra cuando nos reencotramos a principios de verano.
- Esta vez creí que no lo pasaba. He vuelto porque sabía que estaríais ahí... y porque puedo hacer deporte. ¡Me da miedo la dependencia que tengo de la Montaña!
- Quizá demasiada -se atreve a comentar.

Sintió un vacío tan grande que no creyó poder soportarlo. Comprendió lo frágil que era el mundo que había edificado a su alrededor en el valle, lo efímera que había sido su felicidad, lo precario de su existencia. Se volvió y echó a correr hacia el valle. Corrió hasta que la respiración le desgarró la garganta, hasta que el costado le dolió como si le hubieran asestado una puñalada”. (J.M. Auel, El valle de los caballos)

Por eso, lo que quiero respirar ahora para salvarme es la dignidad humana” -copié en mi libreta a finales de agosto de 2003, cuando mi ex-pareja, que entonces era mi amante, se marchó imprevisiblemente de casa durante la primera lesión. (José Luis Sampedro, La vieja sirena) Volví a copiarla este año. La aspiro profundamente en presencia de mis Amigos.

5 comentarios:

  1. No sabes como me siento ahora mismo al verme por ahí entre tus palabras como si de una escritora me tratase.



    PD: Lo de 'Casi un objeto' me suena, ¿por qué será? ;)

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  2. ¡Eres una escritora! ¡Una escritora que me gusta mucho! ¡Cómo me alegro de haberte encontrado hoy y volver a encontrarte aquí!

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  3. Helena, si Joa dice que eres una escritora, creetelo.
    Ah, ahora si da gusto leer con el nuevo ancho.

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  4. ¡Ja, ja, ja, si escribís vosotros más que yo! Bicipalo, la novela ya me la leo cuando la acabes, toda de un tirón y en papelito, como a mí me gusta. Aunque en realidad el origen de la novela contemporánea fue así, por entregas en los periódicos.
    Gracias por lo del ancho, porque sí que da gusto.

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  5. "la novela...", bicipalo, si Joa dice que es una novela....
    Besets.

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