http://www.blogger.com/

domingo, 1 de enero de 2012

CARTA A LOS REYES MAGOS

A finales de 2004, como acostumbraba, escribí mi carta a los Reyes Magos. Era un 23 de diciembre, día del Sopar Familiar. Había quedado para hacer la última rodada del año por la Sierra Calderona (aquel curso fue el único en los últimos diez que trabajé lejos); pero mi compañero no se levantó. Aquel día, al rescoldo de la presencia de mis Amigos más antiguos, tomé decisiones drásticas, quizá demasiado drásticas. Sin embargo, el invierno pasado añoraba las fuerzas que tuve en momentos así.



23 de diciembre de 2004

      Queridos Relles Majos: (recortes de camellos)

      El año pasado me trajisteis todo lo que os pedí, lo cual no sé si era excesivo y por eso he andado dándome trompicones con algunas cosas.
      Esta vez no quiero que me traigáis nada, sino que os llevéis todo lo superfluo, lo que no me conviene y no tengo fuerzas para desechar por mí misma: cosas / personas / sentimientos... Me gustaría que mi Vida fuese como aquella noche de agosto: me bastaba con dos deseos cumplidos y la libertad.
      Es para mí, a pesar de las innumerables equivocaciones, un año de gratitud. Gracias por las Montañas y por mi bici Camino, que me esperaron; gracias por la certeza de que, cuando me esté rindiendo, la Divina Providencia volverá a cruzarse en mi Camino; gracias por mi perrito Perdido, que llegó sin pedirlo a llenar mi casa; gracias por mis Amigos, más firmes y antiguos que una Montaña...


Esta primavera empecé a desgranar una por una las frases de aquella carta, como un mantra que a fuerza de repetirlo había de acabar haciéndose realidad. Ya lo era cuando llegó la hora de sentarme a escribir ésta, antes incluso de que llegara el invierno. Hoy en día, al poco de nacer ya nos percatamos de que quienes nos dejan los juguetes en el balcón son los padres; pero quizá seguimos tardando demasiado en descubrir que los verdaderos Reyes Magos somos nosotros: la mayor parte de lo que hay o deja de haber en nuestras Vidas lo hemos traído nosotros o nos lo hemos descuidado de traer.

Así que, como la mayor parte del trabajo ya la hice yo durante el verano, este año pensaba pedirles a los Reyes lo que no depende sólo de mí. Por una vez en mi Vida no me apartaré del tópico:

Deseo un año, tantos como haya de Vivir (la cantidad no me importa tanto), rebosante de SALUD.

Claro que, con fortuna (a la pecuniaria me refiero), los pequeños males que me aquejan sanarían mucho antes (lo he constatado en mi dilatado periplo de consultas médicas); así que traigan Sus Majestades también un poquito de DINERO si sobra.

Y ya puestos: últimamente, cuando alguna chorrada del trabajo, la burocracia o los vecinos (a veces la gente se aburre y le da por fastidiar al prójimo) está a punto de desbordarme, o siento un nuevo dolorcillo o me muero de miedo, atajo con una sonrisa y me digo: “¡Bah, si te sintieras querida, esto no te parecería tan grave!”. Y no me refiero al amor incondicional de mis Amigos (¡divino tesoro!), sino al cotidiano, al que te abraza en casa cuando llegas con pesar o con alegría de sobra para que desborde a raudales por las ventanas, o simplemente cuando llegas o cuando llega él. Esto no sé si pedirlo porque, a pesar de que lo anuncian en televisión, yo nunca lo he visto. Pero si existe, Queridos Relles Majos, traedme también Amor (pero no un poquito ni sucedáneos ni segundas marcas: este año quiero AMOR de veras)

Prometo seguir haciendo mi trabajo con la mayor diligencia posible (aunque parte de él ha consistido en aprender que enfermo y me equivoco como cualquier Ser Humano)
http://www.blogger.com/