http://www.blogger.com/

martes, 27 de diciembre de 2011

SOPAR FAMILIAR

En 1995 se erigieron en mi Vida dos hitos importantísimos que todavía guían su rumbo:

En Pascua salí por primera vez a la Montaña: hastiada de la fiesta de Benidorm -donde entonces trabajaba, para regocijo de mis Amigos, que decidieron visitarme otro puente más-, acepté la invitación de mi hermanito para irme de travesía con los suyos. Yo no practicaba ningún deporte ni una horita a la semana; nunca había subido un monte por bajo que fuera; nunca se había ocurrido pasarme un día entero andando y mucho menos con todo lo que necesitaba para pasar cuatro a la espalda; nunca he vuelto a pasar tanto frío... Pero cuando regresé tenía la certeza de que quería Vivir así: con gente como aquella, cerca de la Tierra.



En diciembre, el día antes de volvernos a marchar de puente, mi hermanito me acompañó a firmar la escritura del Ático. Entregué en mano el dinero que habíamos reunido entre todos (él, mi abuela, mi Amigo Alex, todos mis ahorros...), aquí cerquita, donde el vendedor se había mudado a un piso más lujoso con un par de ascensores. Releo en mis libretas que por entonces lo que más necesitaba era un rinconcito propio donde desempaquetar mis bártulos y echarme a llorar: de agotamiento (¡y todavía no hacía deporte!) y de felicidad. Llevaba años viviendo de alquiler en el "exilio" y de prestado los festivos; se me pudrieron muchas cosas embaladas en cajas de cartón bajo las goteras de la casa vacía de los padres de un amigo, mientras yo encontraba una vivienda que pudiera permitirme comprar.


El último fin de semana de septiembre de 1996, en una travesía con los mismo Amigos por la Font Roja, una de ellas comentó mientras caminábamos que le gustaría conocer mi casa. Casi todos, como mi hermano, se habían ido marchando de interinos a Cataluña, así que quedamos para cenar en el Ático el primer día de vacaciones que coincidiéramos en Valencia y alrededores.


Fue el primer día de las vacaciones docentes de Navidad de 1996 (yo todavía no era profe) Éramos 7 u 8 sentados en los cubos de pintura en torno a las dos mesas camillas de mis abuelas. Yo seguía trabajando fuera y de fin de semana a fin de semana quedaban muchas tareas que hacer en el Ático. El presupuesto no acompañaba, así que en el salón continuaba la estufa de butano de mi abuela Ángela  el sofá provisional de la abuela Consuelo (la de mi amigo Kike), el carrito para la tele que me habían regalado entre él y Alex, las sillas que le dieron a mi tío en un hotel donde había estado acristalando, forradas por mi madre (las que conservo todavía) y poco más.


Mis amigos llegaron con las mochilas de travesía y los sacos de dormir, pues no tenían coche para volverse al pueblo, y las habitaciones del Ático estaban más peladas que el salón.

 



Yo abandoné mi cama para dormir en el suelo del estudio junto a ellos, en mi saco de dormir recién estrenado, después de unas cuantas travesías de congelación. No recuerdo lo que hice para cenar, pero debió de ser todo un éxito, porque el día del roscón volvieron para terminarnos las sobras. Y seguimos riendo.

 



Los primeros años hasta podíamos hacer juegos de animación en el salón (recuerdo uno en el que rodaron cubos de agua)

 





Y volvieron al año siguiente. Y otro. Y otro más. Y eso que hace años que ni siquiera cocino, pues resulta imposible prever cuántos seremos o manipular ingredientes para tantos en la reducida cocina. Todos ellos tienen hoy casas más grandes y bonitas que la mía; pero siguen empezando las vacaciones en ésta, a pesar de que tengan que comer de pie y traer parte de la cena. ¡Qué suerte tengo!


Para entretener la espera de los resultados de la oposición, mi madre y yo tejimos bolsitos para todos. Entonces nuestras "nochebuenas" eran más que bastante patéticas. Yo pensaba que mis Amigos cenaban con nosotros el día antes para compensarnos con creces a mi hermano y a mí, para infundirnos fuerzas.


Al año siguiente tocaron gorros.





La familia fue creciendo. Se unieron nuevos Amigos que conocimos por el Camino. Llegaron las parejas y los hijos... Se hizo difícil sacar la foto del sofá.






 
Creo recordar que tenemos el récord en 26 personas en el salón de un piso de 74 metros cuadrados.




En 2004 les anuncié que les reservaba una sorpresa. Todo el mundo adivinó que tenía perro. A nadie se le pasó por la cabeza pensar que "la yaya" (es que cuando empezamos era la mayor de todos) se hubiera echado novio. Hubo cenas en las que fui la única soltera, como quizá esta última. Años tuve después de no guardar siquiera el luto que recomiendan los manuales (¡Ay, qué lista!); pero mis amigos nunca pusieron cara de sorpresa, nunca juzgaron. Fui la primera en separarme (¡qué moderna!)


De todas las guisas nos hemos visto y, aunque los tiempos cambian y a los que viven fuera hay años que no vuelvo a verles hasta el siguiente Sopar, no hemos dejado nunca de reconocernos. Cuando cesa el ir y venir de la vajilla de plástico y nos hacemos la foto de rigor en el sofá, espontáneamente se forma un círculo con nuevos y antiguos arrebujados en asientos dispares, y contamos nuestras cosas y reímos.


Me alegra ver felices a los que el año pasado no lo eran tanto, escuchar nuevos proyectos en los que todavía no sé si participaré (en esta cena se gestaron el Kilimanjaro y Ecuador) Pienso que el próximo año volveréis y no me da miedo haber vuelto a coger las cagaleras (¡esta vez he hecho méritos, je, je!) Sé que los ciclos de la Vida se cierran y las relaciones verdaderas les sobreviven; sé que si me pierdo, volveré a encontarme en Vosotros.

lunes, 12 de diciembre de 2011

LO QUE POR ENTONCES ESCRIBÍA: FRAGMENTOS DE MI CUADERNO DE VIAJE, ALGUNAS CITAS Y MÁS FOTOS

Como si las historias abandonadas intempestivamente
tarde o temprano debieran retomarse:
dehesas de encinas.


Extremadura parece prolongarse hasta el mar.

L I S B O A, 4 de agosto de 2002
Castelo de São Jorge


      ¡Una almena! En la torre más alta (vértice geodésico) me siento a saber lo que quiero. Aquí hay tanta gente que me daría vergüenza llorar. De ningún modo me siento tan sola como aquella tarde, hace un año (¿es mucho o poco?) en que desde lo más alto de otra muralla oteaba las encinas en el horizonte bochornoso e intentaba convencerme de que, aunque ahora me fuera imposible salvar la incomunicación, zafarme del dolor y de la rabia, cuando hubiera pasado el tiempo, sólo recordaría un paisaje hermoso: Valencia de Alcántara, a 3 km de la frontera.


     Pensaba que pasearía con mi bici junto al mar, remontando el río, que cuando llegáramos a la plaza donde Pessoa se plantaba como un pájaro, sería grato comentar la anécdota. Es todo cuanto pensaba hace un año, en mi primera "aproximación" a Portugal. Me parecía suficiente y bellísimo.



"Sube Ricardo Reis por la Rua do Alecrim y, apenas salido del hotel, tuvo que detenerse ante un vestigio de otras eras (...) Piensa en estas contradicciones mientras va subiendo por la Rua do Alecrim, por los raíles de los tranvías corren aún regueruelos de agua, el mundo no consigue estarse quieto, es el viento que sopla, son las nubes que vuelan, de la lluvia ya no hace falta hablar, tanta ha caído".

(José Saramago, El año de la muerte de Ricardo Reis)



   


PARQUE DAS NAÇÕES(Expo) ¡Para decepcionarse!
Llego tarde a la cita. No encuentro el Decartón para comprar el calapié que el primer día me aplastó un camión (sin él acabaré el viaje) El helado del burguer está igual de bueno que en España, pero se derrite en seguida.
De parque, poco; de jardín, uno donde los árboles se podan varias veces al año. ¡Para desmoralizarse! Para caérsete el alma a los pies esta absurda y desmesurada demostración de Neobarroco: cemento y asfalto para encubrir la pobreza.


S   I   N   T   R   A

CASTELO DOS MOUROS



 PARQUE NATURAL Y PALACIO DA PENA: Donde no pueden entrar bicicletas, pero el asfalto llega hasta los pies de las rocas prehistóricas.

Hay quien llora en el cine. Yo me emociono al comprobar que aquí también hay robles (Quercus Pyrenaica, la misma en todas partes) Es como haber encontrado un viejo conocido allí donde no lo buscabas. Y hay helechos gigantes. Y una tuya. Extrañas formaciones geológicas que sobresalen sobre las copas de los árboles. Flores y pájaros que ya nadie nombra.


"Que tingues sort / i que trobes el que et va mancar en mi"
(Lluis Llach)


M    A    F    R    A



"Me llamo Francisco Marques, nací en Cheleiros, aquí, cerca de Mafra, a unas dos leguas, tengo mujer y tres hijos pequeños, toda mi vida la he pasado trabajando a jornal, y, como no veía modo de salir de la miseria, decidí venir a trabajar para el convento (...)
     Era necesario ir a Pero Pinheiro a buscar una piedra muy grande que allí había, destinada al balcón que quedará sobre el pórtico de la iglesia (...)
     Recordaba el camino que bajaba al valle de Cheleiros, aquellas curvas cerradas, aquellos declives terroríficos, aquellas empinadas cuestas que caían casi a pico sobre la carretera... Si Dios tuviera piedad de los hombres (y de las bicis) hubiera hecho un mundo raso como la palma de la mano".

(José Saramago, Memorial del Convento)




RIBATEJO. Dile que ahora los Campos Dorados me recuerdan su escaso pelo negro y su compañía mientras comía por primera vez espigas.

P A R Q U E     N A C I O N A L     P E N E D A - G E R Ê S


Celebrando el Km 1000: Un paseo sin alforjas
¡Por todos los que me trajisteis a la bici!
(A veces dedico puertos de Montaña como los poemas que no escribo)


     El triángulo Vega-Altair-Deneb vuelve a presidir las noches de agosto. Los recuerdos son aquí otra cosa: ni los rechazo ni me causan pesar: nos resignamos a hacernos mutua compañía por estos Caminos en los que nada busco y nada acepto. Este año viajo en la más íntima misantropía; estoy bien así, no quiero llevarme ninguna ausencia, no quiero encontrar ninguna cuando vuelva.
      Desde que llegamos al Norte dormimos rodeadas de árboles y no se ven las estrellas. O se cierra la niebla. O se me cierran los ojos antes de que haya suficiente oscuridad.
      Sabía que el transcurso de una Vida abarca pocas noches perfectas. Aun así algunas veces no tuve nada que decir. Y callé. Este "pacto de integridad" o esta soberbia nunca me resultó gratuita.

S   A  Ñ  A





















España me devuelve las ganas de todo, como si haber ido tan lejos, tan sola, me diera derecho a esperar de nuevo en cualquier plaza con tantísima ilusión... Ganas de calamares a la romana, de tortilla de patatas, de algodón de la feria, de leer en los parques... Y a cada cabellera morena sonrío y me digo que no, que no pueden quedárseme prendidos los ojos.


DESDE LA VENTANA DE ROSALÍA A ORILLAS DEL SAR...

 





















S  A  N  T  I  A  G  O



          La ciudad me impresiona como si no fuera mía. Por sus esquinas, en cambio, me vais apareciendo todos: Mª Josep, Elisa y Fernando en el viaje de COU, mamá, Johnny... Duermo en la misma ala del Seminario.
         Añoro las carreras alocadas del año pasado por la Rua das Trompas, las "exploraciones" nocturnas por estos pasillos que esta tarde, con luz, casi no reconozco. Me alegro de estar ahora en la otra orilla. Por todas partes temo cruzarme con tus ojos negros, para que no creas que vine buscándolos; para que no dudes de que en cualquier parte te habría querido; porque ahora, no obstante, pasaría de largo. Me cuidé: tengo fuerzas y moral para llegar a Finisterre.





Una vez más agosto comenzó con encinas y termina en bosques de eucaliptus, bajo los que nada crece salvo la ilusión.

"Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio", dice Úrsula Iguarán (Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad) Yo este año he implorado que los círculos se cerraran, que llegara la fecha en que todo fuera nuevo. Nunca se hace dos veces el mismo viaje.







  
     Vuelvo a cruzar A PONTE MACEIRA, sobre el río Tambre: el lugar donde pudo haber estado el Paraíso.


"Ricardo Reis la acompáñó hasta el descansillo, ella miró hacia arriba, él le hizo un gesto de despedida, sonrieron los dos, hay momentos perfectos en la vida, éste fue uno, como una página que estaba escrita y aparece en blanco otra vez".

(José Saramago, El año de la muerte de Ricardo Reis)


Y un poco más allá...



     A veces un momento perfecto (hecho a medida de imágenes poéticas) no es eterno ni es verdad.
      Otras, en cambio, horas fugaces en que las palabras no aciertan a definirse,
muertos de sueño,
abrazándonos con prisas,
permanecerán siempre y serán referencia segura en los trances de la Vida
COMO MIS CAMPOS DE TRIGO
COMO EN LOS MAIZALES


Desafiando a las multinacionales...




Hoy llego a Negreira para quedarme. El pueblo, que recordaba fantasmal -quizá porque el año pasado era domingo, quizá porque era el adiós-, está realmente enclavado en un lugar precioso, rodeado de bosques. Sí que hubiese sido hermosísimo continuar. Pero ahora no imagino otra tarde que la de hoy. Me siento a gusto con esta paz y este silencio.








F  I  S  T  E  R  R  A :  K M  1 3 9 7



     Hay Caminos que acaban abruptamente sobre un acantilado. Otros discurren por llanuras sin hitos hasta el atardecer. Los hay genuinamente machadianos, es decir, no existen antes de que alguien los haya andado.
      Évora-Santiago-Fisterra: 1387 km "on my own", sin marcas, sin albergues, sin peregrinos... En ningún momento me he sentido sola. Si alguna certeza tengo es que me llevo estupendamente con mi bici, Camino, y conmigo misma.

Atardecer en el Fin del Mundo. Donde no hay lugar para los recuerdos ni para la esperanza: la belleza del momento lo llena TODO.


lunes, 28 de noviembre de 2011

MI BICI CAMINO (IV): Primer viaje a Portugal (Agosto 2002)

El jueves pasado una amiga me preguntó si todavía escribía en Portugués. Al contestarle que desde hacía meses no, me recordó sabiamente (las verdades mejor sabidas son las que más fácilmente se olvidan) que los idiomas, si no se practican, se pierden en seguida. Así que esta semana decidí teclear la última versión de mi primer viaje a Portugal, relatado en diferentes formatos y extensiones desde primero hasta sexto. No os espantéis: mi portunhol es fácilmente comprensible, con la ventaja de que no me pillaréis las faltas de ortografía.

Además de practicar portugués, esta publicación me ha servido como pretexto para configurar el escáner, aunque he perdido la primera remesa de fotos, es decir, media tarde. Aprendí a utilizarlo para matar el tiempo durante la primera lesión; después de 8 años sin practicar, se me había olvidado.


PORTUGAL DE BICICLETA

"Dend aiqui vexo un camiño
que non sei adonde vai;
po lo mismo que non sei
quixera o poder andar"
(Rosalía de Castro)

Antecedentes de facto: Comecei esta viagem -que é uma das mais significativas da minha Vida- sem ter refletido previamente sobre ella. Foi assim: uns amigos vieram jantar à minha casa e troxeram as fotografias da sua viagem por Portugal. No dia seguinte eu soube que o curso próximo trabalharia perto de casa. Fiquei muito contente; rumei para a estação de autocarro; olhei as destinações possiveis... E pedi um bilhete para... Iria para Portugal, continuando assim o sonho estragado no verão anterior na fronteira de Extremadura!

“As malas”: Os alforges foram a minha “casa” por um mês. Proporciona uma grande sensação de liberdade comprovar que tudo o que uma persona precisa para Viver só pesa 7 kg: duas calças com proteções (culottes), duas T-shirts de algodão, um par de mudas de roupas interiores, um forro polar, um guarda-chuvas, uma camisola, umas malhas, e a mobília: o saco-cama, a bolsa de bivaque, a esteira, a lanterna, os talheres, as ferramentas, o livro e o caderno (as canetas gosto de comprá-las no lugar, assim ficam como lembrança cada vez que escrevo)

O alojamento: Em companhia duma bicicleta não é facil encontrar alojamento em Portugal. O turismo rural não está tão desenvolvido como em Espanha (ano 2002) e na maior parte dos alojamentos não era possível ter a bicicleta num lugar fechado, nem sequer no próprio quarto. A primeira noite tive de ficar na floresta perto da estrada.

 

Duas noites apanhei cama nas Pousadas da Joventude (económicas, confortáveis e com bom ambiente multicultural) As restantes dormi em parques de campismo (muito bonitos e ainda mais económicos); a bicicleta amarrada numa árvore foi o traveseiro no hotes das mil estrelas.

O primeiro contacto com a língua portuguesa: “Vai sozinha? O marido da senhora vai diante?”, perguntavam-me quando eu tentava perguntar-lhes alguma coisa. Não havia muitos ciclistas nas estradas de Portugal e nenhum dos poucos que encontrei era mulher. A gente falava-me habitualmente em inglês, se calhar porque mulher, ciclista e solteira era algo muito raro para vir justo do país vizinho. Achei que a viagem teria sido ainda mais bonita e interessante se tivesse falado Português.

O percurso: Queria entrar em Lisboa pedalando à beira do Tejo, era assim como o sonhava. Por isso desci do autocarro no primeiro ponto em terras lusas: em Évora, às quatro da manhã, com a bicicleta em pedaços e os alforges. O vigilante compadeceu-se e permitiu que esperasse na sala até ao amanhecer. Percorrer Évora com as primeiras luzes foi um magnífico espectáculo!


Pensei fazer rotas por trilhos, como cá em Espanha, mas pronto descobri que em Porgugal os caminhos pertenciam a propriedades valadas ou não estavam condicionados para ir de bicicleta. Nas estradas também não era facil: não há bermas em muitas delas nem carrís especiais e os condutores estão todo o tempo a buzinar com todas as suas forças. No entanto, a vontade de conhecer o país motivou-me a dar pedais.

Uma confusão decidiu o meu percurso: confundi Azinhaga (a aldeia onde Saramago nasceu) com Azinheira (no Sul do Alentejo). E para ali rumei.

No Sul a paisagem é cheia destas árvores (alcornoques) e de barragens. As pequenas vilas estão longe umas das outras e no mês de agosto não se vê muita gente na rua.

Alcançada Azinhera sem indícios de Saramago ter passado feito cosa memorável ali, procurei em diagonal a costa, que nessa altura estava a viver o apogeu da construção. Lembrei-me do Levante espanhol e achei que era pena que paragens tão bonitas fossem terminar assim.

Gostei muito de subir a minha bicicleta nos barcos que atravessam as rias. Apanhei um de Troia até Setúbal e outro para entrar em Lisboa da Costa de Caparica. Oteando a Torre de Belém no convês, Lisboa apresentou-se ainda mais mágica do que tinha imaginado. Como prémio, fiquei por três noites numa pensão.


O primeiro dia comprei um bilhete para todo tipo de transporte público, incluído o elevador de Santa Justa. Lisboa pareceu-me tão bonita que às vezes, depois de fazer um percurso de eléctrico, descia e voltava a fazê-lo a pé. Segui os passos de Ricardo Reis pela Rua do Alecrim e tomei uma bica junto a Pessoa no café “A Brasileira”.


No terceiro dia saí para Sintra pela costa Estoril-Cascais, onde o trânsito é perigoso para os ciclistas. Detive-me no rochedo da Boca do Inferno, mas nunca pude vencer o frio de tomar um banho no Atlântico. Lutando contra o vento visitei o Cabo da Roca, o ponto mais occidental do continente; desde aquela etapa Portugal passou a chamar-se “O País do Vento”.






Percorri a região de Ribatejo (voltando em diagonal para o interior) seguindo as indicações de Saramago em “Memorial do Convento”, onde descreve como foram carreiadas as pedras para a construção do convento de Mafra. Se o deus daqueles homens tivesse tido piedade deles e dos ateus ciclistas do futuro, não teria criado semelhantes encostas.









Por fim, entre as vilas de Santarém e Tomar (terra de templários) topei-me com Azinhaga. A casa natal de Saramago, muito humilde como a aldeia toda. A única fachada que estava bem pintada era a sede do Partido Comunista de Portugal.

 
 
























De Tomar até Coimbra foram 85 km de chuva, num domingo em que tudo estava fechado e a gente do ámbito rural olhava com desconfiança uma rapariga molhada até os ossos em cima de uma bicicleta.

Visitada a cidade, retomei a costa em Aveiro, para entar no Porto des de Vilanova de Gaia, onde voltei à tarde para visitar as adegas. Ao voltar para o parque de campismo ao anoitecer, depois de experimentar o bom vinho, tive dificuldades para encontrar a bicicleta. Devo dizer que é uma cidade de contrastes entre as maravilhas monumentais e as ruas mais povres perto do centro.





Como tinha saudades de Montanha, entrei por Barcelos e Braga nas serras de Gerês, Amarela e Peneda. Apesar da dureza da rota, não me arrependi! No mesmo dia atravessei muitas vezes a fronteira com Galiza, sem saber em que país pedalava, o que demonstra que as fronteiras são simplesmente linhas que os homens desenham.

 Depois de uma descida prolongada, em Melgaço juntei-me ao Minho, que deixei em Valença, onde afogara-me a saudade da omelete espanhola e dos caminhos de terra, e atravessei a Tuy. Segui a viagem até Fisterra pelo Caminho de Santiago.














Depois de 23 dias de viagem e 1400 km de pedais, o entardecer no Cabo de Fisterra foi um momento que nunca vou esquecer. Só tinha uma certeza: “Sempre vou dar-me bem com a minha bicicleta, Caminho, e comigo mesma”. Este verão, "sozinha", acabei felizmente os caminhos que tinha deixado a meias o ano anterior: ultrapassei a fronteira de Extremadura, pedalei à beira do Tejo e, na mesma viagem austera e calada, dormi sozinha no Seminario Menor de Santiago, passei pelo "lugar onde pôde estar o Paraiso" e acabei o caminho a Fisterra que tanto imaginei.


Km 1397
 

http://www.blogger.com/