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lunes, 30 de abril de 2012

MI BICI CAMINO: TERUEL 2012 (2ª parte)

SEGUNDA ETAPA: Andorra-Villarluengo (Por Crevillén, Venta La Pintada y Ejulve) 63 km, 1222m, 4h57'

Hoy retrasamos la salida para que Jose pueda reparar un radio roto. El resto del grupo aprovechará para hacer provisiones y rescatar a los compañeros que se han despertado "encerrados en el instituto". Sí, para que les abran la puerta que encontraron abierta por la noche pero luego alguien debió de cerrar mientras ellos dormían, habrá que avisar a la misma policía a la que acabamos de devolverle la llave del pisito. ¡De película!

Acompaño a los hermanos a la tienda de bicis. ¡Me pierden! Me compro unos guantes iguales a los primeros que tuve (unos Massi azules con una rayita amarilla, los más fresquitos que he usado), casualmente el último par con el que pude hacerme lo encontré en una tienda de Tenerife, cuando fui con mi a subir al Teide. Éstos de Andorra la aragonesa voy a recordarlos también toda la Vida. Reponemos algunas viandas en los comercios locales (¡los hornos de pueblo también me pierden!), acudimos a la calle donde se está concentrando el grupo y decidimos salir. Hoy, salvo la concentración en Ejulve a mediodía, rodaremos desperdigados, cada cual a su ritmo ¡Luz y La Rubia marcarán una cadencia insostenible!

Me escapo del segundo pelotón con los hermanos; pero el viento fuerte me va retrasando poco a poco hasta que me conformo con verles alejarse (¡ay, qué caras me han costado las pocas conformaciones de mi Vida!) Rodamos por una carretera ancha (A-1416), con largas rectas en falso llano (es decir, el terreno que no es precisamente mi especialidad y me toca la moral); la resistencia del viento contra mis abultadas alforjas puede con mis escasos 47 kilos.

En Venta La Pintada nos desviamos a una carreterita (A-1702) estrecha, en ascenso (¡no sé cuántos puertos subiremos hoy, creo que tres!) Es allí donde adelanto a los hermanos, que me siguen a corta distancia sin poder alcanzarme, aunque ni me doy cuenta. Lo cual demuestra que sobre la bici a veces medito. Cuando llego al bar de Ejulve sólo encuentro a Luz, La Rubia y Jordi, que exclama: "¡Ay que ver cómo estáis las mujeres!

Ejulve. Con La Rubia

¡Bares (de Teruel), qué lugares tan gratos (y cálidos) para conversar! ¡Nunca he visitado tantos en un viaje, pero es que hace una rasca para sentarse a comer afuera! En todos nos dejan sacar nuestra comida si queremos. ¡No perdono el café con leche de la hora del aperitivo!

El tiempo hoy será tan variado como la etapa. Cuando salimos del bar ha bajado la temperatura y el cielo está cubierto. Empiezo a subir en cabeza con los hermanos; de pronto me doy cuenta de que ruedo otra vez en solitario, sin saber cómo ni por qué. Me enteraré más tarde de que se debe a que Jose ha vuelto a romper un radio. Y al poco se le ha roto otro a Sergio. ¡Están tan compenetrados! Al coronar el primer alto de la tarde empieza a nevar; me resguardo en un establo en ruinas para ponerme los plásticos y espero un ratito a que llegue el grueso del pelotón. No han podido irse por otra parte, pienso, aunque tal como va la meditación llego a dudar.

Las fotos no continúan hasta la subida del puerto de los Órganos de Montoro. Ha vuelto a salir el sol y ruedo de nuevo con los hermanos.

Órganos de Montoro. Sergio, Jose, Yo, Camino (en escala descendente)

¡Tanta elección de vestuario para no quitarme los plásticos en cuatro días! Eso sí, son buenos; no llegaré a utilizar la ropa de recambio.

Después de invitarme a unos rollitos riquísimos que han comprado en el horno esta mañana, emprendemos el descenso a la zona del nacimiento del Río Pitarque -¡preciosa!-, desde donde volveremos a remontar. La tarde se ha ido tornando eufórica ¡Parece que han pasado siglos desde que Sergio me contara el anterior viaje de Pascua en una salida de senderismo! Nos turnamos en los repechos del puerto. Me asalta, con algún rayo del sol que despunta, el pensamiento de estar haciendo las cosas bien ¡Cuánto tiempo! No puedo evitar todavía preguntarme si me alcanzarán las fuerzas para seguir siendo coherente, para no retroceder, para no reincidir en los mismos errores. Conforme se presentó el invierno, pensé que no llegaría; pero estos últimos días de preparativos, sonreía serena diciendo: "Estoy preparada, en serio, ya estoy lista" (y no pensaba solamente en la forma física)

Al llegar a Villarluengo, cuya belleza está a la altura del colofón de la jornada...


Villarluengo, a la mañana siguiente
 ...los compañeros que van delante han encontrado un alojamiento idóneo...


...ni más ni menos que un frontón cubierto...




Me quedo con Jose preguntando dónde podemos encontrar una tienda de bicis para reparar los radios. Nos mandan de vuelta a Andorra o a Teruel. "¡Esto es el Maestrazgo!", sonríe un lugareño ante nuestro desconcierto. Pronto se movilizan unos vecinos a otros para inspeccionar en sus desvanes en busca de alguna bici olvidada a la que le puedan quitar la pieza. Pero no hay suerte. Voy a Turismo, donde me informan de que en Fortanete (por donde pasaremos mañana a mediodía) hay un centro de BTT donde tienen algunos repuestos... Entre unos y otros solucionamos el problema: Marian, con un fuerte resfriado, se retira hoy, le deja su bici a Jose y se lleva la averiada a Valencia en el coche de sus padres, que vienen a recogerla; Alberto se retirará mañana a mediodía y le cambiará la rueda trasera a Sergio. Je, je, je, por lo visto la manera más rápida de arreglar una bici en el Maestrazgo es esperar a que alguien se retire. Confiemos en que no haya más bajas, ni de bicis ni humanas.
Amablemente, los lugareños nos piden que dejemos libre una parte del frontón (¡como si fuera nuestro!), pues van a celebrar una subasta para recaudar fondos, para los quintos, me parece entender, aunque hace años que nadie hace la mili. "Una longaniza se subasta / dos euros se demandan". Este pareado se nos quedará grabado todo el viaje. Mientras asistimos al festejo, nos van pasando el plato de jamón y queso, el pan, la bota de vino, el moscatel... ¡Y no traen hambre los ciclistas! Cuando empiezo a tiritar, sé que traguito a traguito me he excedido con el vino. Me da pereza pasar frío, así que decido que hoy tampoco cocino y ceno en el bar con la mayoría del grupo.

La subasta
TERCERA ETAPA: Villarluengo-Cabra de Mora (Por Cañada de Benatanduz-Fortanete-Valdelinares-Alcalá de la Selva) 85 km, 1826m, 6h26'

El etapón de hoy empieza con el cielo encapotado y de nuevo en ascenso. A media mañana estamos a 2º. Día de carajillo, pienso. Al coronar el primer repecho, en una aldea en cuyas calles no vemos ser humano, me concedo el deseo: he llegado con los primeros y se han metido en el bar a re-desayunar; la visión de la botella de Bayle's sobre la barra resulta decisiva.

Nos queda todavía la mitad del puerto (600m), pero el efecto del calentito se nota. Retomo la euforia, al igual que el ascenso, donde la dejé el día anterior. ¡Nunca debí salir de "La Reserva"!, murmuro. Hace tiempo que lo sé, incluso lo puse por escrito para dejar zanjada la cuestión; pero hasta ahora no he podido decirlo sin amargura, sin tristeza, sin castigo... Es aquí donde vuelvo a sentir que todavía me queda tiempo.

Avituallamos otra vez en el bar de Fortanete. A mediodía iniciamos el segundo puerto. Hasta la estación de Valdelinares nos esperan 30 km de subida partidos por un falso llano, en el que nos reencontraremos con la estampa nevada que ya no nos abandonará. Salimos cerrando, pronto alcanzamos a Rubén, que derrocha su fuerza y su buen carácter acompañando y ayudando a los rezagados.


Cerrando con Fortanete al fondo. Olatx, Jose, Sergio, Paco.

La tarde será dura. Bordeando la estación en solitario alcanzo a Jorge; me doy cuenta de que necesita comer y tal vez yo también, pues al no ver a nadie dudamos si nos habremos equivocado de carretera. ¡Pero si no hay otra! Le insto a sentarnos en la cuneta y tomar algo. Nos alcanza la última mitad del pelotón, confirman que este tramo de carretera lo han cambiado hace poco, por eso nos despista, pero vamos bien. Gabi nos advierte de que el descenso del puerto es peligroso, sobretodo por los domingueros que van en coche. Blanca se cae y se fisura una costilla, de lo cual no se enterará hasta llegar a Valencia (y eso que estudia Medicina); acaba el viaje con coraje, su primer viaje en bici, ¡con sólo 20 años!




Al llegar a Alcalá de la Selva, distingo el lavadero en el que pasé mi primera noche de montañera, en Pascua del año 95. ¡Qué frío con el saco edredón sin capucha y la ropa que llevaba entonces! Quizá para resarcirme y celebrar que pueda estar aquí hoy, de esta guisa, cesa el viento, se estabiliza el sol y se templan las temperaturas. Buscamos el bar del pueblo y nos sacamos las cervezas a la plaza, a disfrutar del calorcito como las lagartijas.


Nos quedan todavía 10 km de sube y baja hasta el final de etapa. Los emprendemos reconfortados por el rato de asueto.

Cabra de Mora es un pueblecito pequeño de casonas impresionantes. ¡Esto es calidad de Vida!, pensamos muchos de nosotros. Esto y poder dejar las bicis tranquilamente en la plaza e irnos a pasear toda la tarde. Nada más llegar, el alcalde nos ha dado permiso para pernoctar en los soportales del Ayuntamiento, soportales hoy de cinco estrellas, pues al doblar la esquina contamos con servicios públicos y una fuente, donde estrenaré mis guantes de fregar. "Podríamos escribir una guía turística titulada 'Ermitas y soportales de España'; con la crisis esto se va a poner de moda".



Damos un agradable y relajado paseo, que acaba previsiblemente en el bar, abarrotado con nuestra presencia. Encuentro la primera Voll-Damm del viaje -¡cómo resistirse!-, que me tomo conversando con Jose en la barra, tan animada como si estuviera en el pub de moda. Las acompañamos con unas empanadillas de queso típicas del lugar ¡No sé cuántas horas pasan, minutos, noches, siglos, la Vida...! Cuando los de la mesa vienen a buscarnos, nos hemos comido casi todo el plato de mezcladillo que nos ha ofrecido el dueño. ¡Uy, qué "contentita" estoy! Me acuerdo fugazmente de mi estómago. No tengo miedo, aquí no me sienta mal nada.

Hoy no habrá más remedio que cocinar, pues en el bar no hay cena para todos, ni siquiera bocatas.


Ya acostados, nos percatamos del "defectillo" de nuestro alojamiento cinco estrellas: hay un potente farol sobre nuestras cabezas y las campanas de la iglesia, justo frente a nosotros, repican puntualmente. Para mí no supone un problema, debidamente pertrechada con mi "set ermitas y soportales", de regalo con la guía: antifaz y doble tapón en cada oreja. Tardo un rato en cubrirme los ojos, hasta que todo el mundo se acuesta y "la habitación" queda en silencio. Me gusta escucharlo, percibir cómo se acompasan las respiraciones satisfechas, entre ellas la mía, mirar a mi compañero hecho una larva antes de cerrar los ojos y respirar profundamente, que aquí nada malo me puede pasar (no se me revolverá el estómago, no tendré recidivas, no despertaré anegada en soledad...) y, si acaso me pasara, seguro que lo resolveremos por el camino, como el problema de los radios. ¡Me habría gustado dormirme así todas las noches de mi Vida! Lo necesitaba a rabiar el año pasado por estas fechas; ahora es un sereno placer, que espero que a quienes duermen a mi lado les genere la misma complacencia.

 

viernes, 27 de abril de 2012

MI BICI CAMINO: TERUEL 2012 (1ª parte)

APROXIMACIÓN (5-4-2012): Valencia-Gilet-Teruel-San Blas.

Temía que el estómago se me revolviera antes de emprender este viaje, tantos eran los nervios que he acumulando temiendo tantos otros incidentes que pudieran dar al traste con él. ¡Tanta era la ilusión! Ahora puedo decirlo, ahora que se cumplió sin contratiempos, ahora que la realidad superó con creces las expectativas. ¡Y eso que era tanta la ilusión...! Éste era EL VIAJE que he esperado todo el año, la meta para la que he entrenado sobreponiéndome al miedo, al dolor y al desánimo que ambos me causaban.

He empleado varios días en "tunear" a Camino (cambio de cubiertas, incorporación de pito, portamapas, transportín, bolsa delantera...) y preparar las alforjas. "¡Hace tanto tiempo que no encontraba las cosas, ni siquiera las que estaban en su sitio!", le confieso a Jose cuando comenta que esta vez ha tardado un montón en preparar el equipaje.

Afortunadamente, creo que no me dejo nada (al menos no cabe nada más) y a las 19.00 estoy como un clavo en la puerta de Olatx. Acudimos a la salida de Gilet, donde nos reunimos con otros dos coches. "Los hermanos" (Jose y Sergio) se llevarán a Camino; Olatx y Paco las alforjas; en el coche de Jorge y Mamen creo que no dejo nada; el bolso de mano y la cena se vienen conmigo en Charlie, que será el coche que dejaremos en San Blas (donde están los del resto grupo) para volver a recoger los otros a Tornos (adonde nos dirigimos para incorporarnos en la segunda etapa) Más tarde saldrán Luz y La Rubia. En total 9 ciclistas que nos sumaremos a los 14 -Gabi (padre del viaje), Pat, Rubén, Maica, Marian, Alberto, ´"el trío tiroriro" (Javi, Miguel7A, Miguel), Blanca, Carlos, Vicent, Jorge, Jordi-, que ya han hecho ruta hoy.

Al llegar a Tornos la mayoría de nuestros compañeros ya están acostados, en una nave que nos ha prestado el alguacil. No hay luz ni agua. Doy las primeras pedaladas yendo a la fuente en la oscuridad. Cenamos a la lumbre de las frontales, dejo colocadas las alforjas para el día siguiente y me voy a mi saco de plumas ligero, comprado ex-profeso para estos viajes hace un año y medio, al regreso del último. Como hace fresco, "arrepucho" (es decir, pegadita pegadita que no cabe ni un dedito) mi esterilla a la de Sergio, me pongo el antifaz y los tapones (que los de hoy han hecho 130 km y les desborda el cansancio por la nariz) Noto el calorcito reconfortante que desprende mi compañero, complacida todavía más por el hecho de que mi saco es más cálido de lo que esperaba y ni siquiera necesitaría el rescoldo humano, ¡pero me gusta sentir que están ahí, que estamos de viaje! ¡En este viaje!

Cuando me levanto a mear hace una noche estrellada, de cuya placidez sólo volveré a despertar al recordar que he dejado la llave del coche en la bolsa que va a quedarse en el de Olatx. ¡Menuda faena si dentro de cuatro días llegamos a San Blas y no tengo la llave del coche! Lo primero que hago al levantarme -la primerita, como todos los días, para desayunar con calma mi sobrecito de café y tostadas al hornillo- es cambiarla al bolso de manillar.

PRIMERA ETAPA (6-4-2012): Tornos-Andorra. 118 Km, 1500 y pico m ascenso acumulado, más de 7 horas de pedaleo (datos de Carlos, que yo he puesto a cero involuntariamente el VDO y no llevo GPS)

Quedamos en empezar a rodar a las 8.30. A la salida de Tornos, mientras mis compañeros llenan los bidones, me doy cuenta de que he puesto las alforjas del revés y me roza el pie (finalmente éste será el anecdótico cumplimiento de la Ley de Murphy: ¡algo me tenía que pasar por concienzudamente que lo preparara todo!) Mientras algunos me ayudan a colocarlas debidamente -cosa que no resulta fácil el primer día-, el resto ser va recomponiendo el plástico atuendo (notense los gorros de baño, guantes de fregar, diferentes colores y tamaños de bolsas de basura...)



Antes de llegar a Calamocha (km 10) ya ha empezado a granizar. Como llovido del cielo nos viene el calentito y el rato de asueto en el bar, mientras algunos compañeros localizan al dueño de la tienda de bicis, que nos abre en viernes santo para vendernos una cubierta: primera avería del trayecto.

El viaje discurrirá casi íntegramente por carreteritas secundarias con apenas tráfico. Llaneamos por Navarrete del Río, Cutanda, Olalla, para empezar a subir el largo y tendido Puerto de Fonfría, donde entramos en contacto por primera vez con la nieve. Me dejo de comparativas con los de fregar y no me quito los guantes de nieve ni para sacar la foto de mi primer puerto con alforjas en tanto tiempo. Valga esta de "los hermanos" con la primera imagen del manto blanco al fondo.




Descendemos con un hambre de lobo y ansias de algo caliente que nos reconforte. Pero en el primer pueblo, a pesar de ser la hora del aperitivo, han cerrado el bar, precisamente por eso: es la hora de comer y a ello se disponen los dueños. Decidimos continuar hasta el siguiente, donde nos encontramos con más de lo mismo; hasta que, afortunadamente, se incorpora a nuestro ágape la encargada del local que sirve como bar (no dab comida ni hay aseos), que amablemente abrirá para servirnos unos cafés y otros brebajes más contundentes.


Birlo la foto a mis compañeros, pero es que no tiene desperdicio

Huesa del Común ofrece un área recreativa ideal para pernoctar (fuente, casita con asador y mesa, entorno idílico...)
...Pero a nosotros nos queda todavía la mitad de la etapa: Plou, Oliete... Antes de llegar a Andorra la hambruna me hace parar en la cuneta a rebuscar en las alforjas, gesto que se acaba pegando a gran parte de mis compañeros. Coincido con Jose, que también está delgadito, en que hemos comido poco a lo largo del día. Ya no me volverá a pasar; en las siguientes etapas, cada vez que alguien me adelante, me pillará con el bolso delantero abierto, picoteando. "¡¿Otra vez comiendo?! ¡¿Pero dónde te lo metes?!"
Llegamos bastante agrupados a Andorra. 23 ciclistas, que no suelen salir habitualmente juntos, recorriendo 120 km en condiciones metereológicas adversas ¡en perfecta armonía! Disfrutar de un viaje para mí tiene bien poco que ver con las comodidades materiales, con el exotismo o con el dispendio monetario.
Localizamos el soportal del polideportivo, del que nos ha informado una compañera del insti. Nos refugiamos en el bar de enfrente para cambiarnos y tomar unas cervezas, que se convierten en unas cada uno, acompañadas de hamburguesas. Algunos salen a ver la tamborada. Regresan con la llave de un piso que nos ha dejado la policía para pasar la noche. Como no cabemos todos, habrá dispersión: unos acamparán en un olivar; otros se meterán en el porche techado de un instituto que está abierto... Yo voy a parar a una cama de la habitación del pisito; entre la mía y la de Olatx y Paco (que hace equilibrios para no caer sobre nadie) duermen "los hermanos" en forma de T; Jorge, atravesado en el quicio de la puerta que da al salón, donde se han ido encajando todos los demás más las alforjas; las bicis reposan en el otro cuarto, esperando volver a cabalgar...


viernes, 13 de abril de 2012

MI BICI CAMINO: PRELUDIO (Tiempo presente)

"- Madame Giselle tenía razón -le diría, cuando le tuviera enfrente-. Es cierto que la felicidad existe.
Bruno la miraría.
- ¿Cómo lo sabes? -le preguntaría, escéptico.
- Porque ser feliz es estar despierto después de una larga noche."

(La larga noche, Carmen Amoraga)

El día que le conoció ni siquiera se había preparado la mochila. Se levantó rezando para que lloviera y así no tener que afrontar el estado de sus articulaciones.

Dos semanas después llovía y el perfil de la ruta excedía con creces lo que entonces sus articulaciones podían permitirse. Tenía la mochila preparada desde días antes -como acostumbraba en otros tiempos, hacía tres meses, tan lejanos-, pero cuando llegó al punto de encuentro la asaltó el pánico y pensó en darse la vuelta.

Saludó caras conocidas. Sabía que acudiría algún amigo y parte de la gente con la que había andado el primer día. No le esperaba. Al verle llegar, preguntando si podía acompañarla en el coche, sintió un alborozo inesperado, increíble en los tiempos que corrían. Los latidos de su corazón le recordaron otra primavera, hacía 10 años, en la que algunos domingos volvía a ver al biólogo que había conocido en su segunda excursión con el grupo de senderismo y caminaban hombro con hombro, conversando, hasta que los dos lo desearon y se esperaron, hasta que empezaron a salir solos a la Montaña y ella se compró una bici y montó una cena con velas para dos en el reducido espacio del balcón donde ahora la encarcelaba la inmovilidad...


Aquella mañana, va a hacer un año, decidió valorar, por encima de todo, la capacidad de volver a paladear la ilusión, aunque fuese efímera. Arrancó en dirección a Cortes de Pallás, pensando que, esta vez por suerte, el viaje era largo. Conversando no se le hizo pesado.

"Verás, he conocido a alguien
y es que me encantó.
A ver cómo te digo eso, a ver..."   (Conchita)

El itinerario seguía los pasos del Botánico Cavanilles por aquellas tierras, y llevaba su nombre. Se iniciaba con una rampa pronunciada; no obstante, al resguardo de la manada no temía el dolor. Él la hábía esperado mientras se ponía "las prótesis", conectaba el GPS y "encordaba" al perrito. Salieron los últimos; pero, al emprender la subida, se escaparon del pelotón, siguiendo el ritmo del can veterano, que dejó atrás a sus dos jóvenes partenaires.

En la fila, sentía los pasos de su compañero detrás y disfrutaba del golpeteo de las botas sobre la tierra, sobre la hierba. Recuperaba la seguridad que siempre sintió en la Montaña. Así debía de andar el clan. Hombre y mujer se relevaban: ahora pasaba él y ella se limitaba a seguirle. Todavía podía. Cuesta aprender a acompasar el ritmo; es gratamente sorprendente descubrir esa complicidad en las primeras salidas. Les adelantó el guía en un tramo de la ascensión; ella tuvo que contenerse para no sacar a flote lo que le quedaba de su todavía vigente título de campeona de Kilómetro Vertical y aceptar el reto; se dijo que no, mejor seguir junto a su compañero, disfrutar de la armonía que apenas duraría unas horas, olvidarse de los tiempos y de las pulsaciones...


A la hora de comer ya estaban de regreso en el pueblo. Sin prisa pero sin pausa, le habían sacado más de media hora al grupo. Aprovechó para estirar y dar de comer al perro, mientras él esperaba conversando pacientemente. Fueron a reunirse con los demás en el bar. Se había puesto a llover: hacía día de carajillo.


Al regreso otro de los compañeros de viaje le preguntó la edad. Se mordió los labios pensando que debería ocultarla (hacía apenas tres meses se sentía orgullosa de su "veteranía"); pero al final la dijo, como quien renuncia al sueño antes de haber siquiera cerrado los ojos.


Se habían conocido 15 días antes, un primero de mayo en que su amante se fue de viaje ilusionado con los mensajes de sus amigas virtuales y ella rechazó la invitación de un desconocido para encontrarse a mitad de camino (¡qué relación tan moderna!) En realidad... no, la realidad era ésta, quiero decir, si todo hubiese ido bien, si no se hubiera lesionado, se habrían conocido tres semanas atrás, viajando en bicicleta por el Pirineo Navarro. Sin saberlo, ella había soñado todo el invierno con esas vacaciones que ahora él le relataba.


Al despedirse, de nuevo en la ciudad, recordó que un domingo por la tarde de hacía 10 años, cada uno en su coche ya de camino a sus respectivas casas, les detuvo un semáforo en rojo. El biólogo abrió la puerta y alcanzó la suya para tenderle una cuartilla en la que había dibujado un amonites que quería rozar sus dedos... "Algún día -intentó animarse- alguien volverá a llamar a tu ventanilla para darte una cartita de amor, y a ti no te parecerá una tontería, como ahora. ¡Aunque te parezca mentira, algún día volverá a alborotársete el corazón!"


¡Qué rápido había pasado la jornada! Esos días de Montaña en los que parece que uno haya vivido mucho más de lo que cabe en 24 horas. El lunes se alegró de reconocer el cansancio con el que solía volver al trabajo después de un fin de semana deportivo. Escribió estas líneas en su libreta; a la hora del recreo las olvidó. ¡No había lugar para más imposibles!




Once meses después, la mañana del 6 de abril de 2012 amaneció gélida en Tornos. En paralelo abrían el pelotón de 23 cicloturistas. No podía dejar de sonreír. Miró a su compañero preguntándose por qué sonreiría también a las nubes negras que en apenas unos minutos se convertirían en aguacero y granizo.



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