http://www.blogger.com/

lunes, 27 de agosto de 2012

LA PROMESA





Hace más de un año -fue de los pocos arrebatos de confianza que tuve- prometí subir el puerto de la Cueva Santa con mi bicicleta en proyecto cuando me recuperara, como hice en mi primera lesión. Aunque no he tardado tanto como entonces, nunca imaginé que, cuando por fin pudiera hacerlo, el fuego habría arrasado cuanto desde allí abarcara mi vista.

Todavía siento molestias y hay días que me ahogan el miedo o el remordimiento o ambas cosas a la vez y hay momentos en los que me despaciencio. Pero en Porto me dije que ya era hora de cumplir la promesa, de pasar página, estoy segura de que eso me ayudará a mejorar.

El camino que os contaré esta vez empezó hace poco más de un año en la aldea asturiana de El Pedregal. Sin alguien que me acompañara no me habría atrevido a volver a pedalear. Afortunadamente, mi amigo Paco quiso SER ÉL. Me invitó a ir a verle con mi perro, mi bicicleta y cuantos bártulos más cupieron en mi ranchera, y me cedió la mejor mitad de su casa, en la que no puso el pie durante los 10 días que estuve instalada.

Luego nos sermonean (desde pequeñitos) que lo importante es la familia, la sangre, el "amor" y otras monsergas grandilocuentes.

A mí, que no soy nada "moderna" en mis relaciones (pienso que a las personas se las conoce y se las llega a querer con el trato cotidiano, con las vivencias compartidas), que un desconocido hiciera eso por mí me rompió los esquemas. A veces la realidad es tan absurda que nos despabila, como un sonoro bofetón, y nos obliga a mirarla cara a cara (eso más o menos pretendía Valle con el esperpento) Hace poco más de un año que las palabras, las ideas, las ñoñerías no me conmueven. Pueden repiquetear sobre mi piel y hacerme cosquillas, como las finas gotas de lluvia que caen esta madrugada sobre el parabrisas  mientras conduzco hasta Segorbe; pero no pueden transpasarla, no tienen valor para alterar un ápice lo que pienso ni lo que siento, ni lo que hago -espero.

Es la coherencia, que se me había extraviado y tuve que subir a buscarla.

miércoles, 1 de agosto de 2012

HITOS DE LA MEMORIA: ENTRE BEJÍS Y ANDILLA

Temo encontrarla quemada, por eso la guardo justo para antes de marcharme. Esta vez la haré en sentido inverso a como la concebimos hace once años (aparcaré en Bejís, junto a la Fuente de las Añoranzas) y llegaré a Andilla, comprobando el estado de los hitos de la memoria.

Bejís está tranquilo un lunes por la mañana. Algún lugareño toma café en la terraza de "El Tren Pita"; otros van al horno, cuyo olorcillo llega hasta la plaza; pienso que me dará tiempo a avituallar antes de que cierren a mediodía, pero sonrío temiéndome que tal vez no y por no entretenerme ahora me quedaré sin viandas. A las 8.30 empiezo a pedalear con el chubasquero puesto: hace fresquito. Después de haberme centrado las últimas semanas en la bici de carretera, me noto pesada sobre Camino. Iré tranquila -me propongo en vano-, aprovechando para hacer fotos de lugares significativos de los que apenas guardo alguna. Me complace contrastar estas rodadas on my own, sin prisas ni trialeras (que no por eso son facilonas), con el cardiograma de las salidas en temporada con la peña.

EL CAMPO DE OLIVOS




Se encuentra aproximadamente a un kilómetro de la población, saliendo por los arcos a la carretera que va a Arteas, junto al lecho del río Canales.


"El poco poético campo de olivos" -según mis anotaciones- donde pasé la primera noche a solas con mi ex-pareja. Él describió en su libreta un vallecito precioso, con una prolijidad de detalles naturales que, después de tantos años de monte, no he podido igualar. Aunque entonces yo miraba el mundo extasiada, como si lo viera por primera vez, mis reseñas eran escuetas y dejaban mucho que desear. Entre la Vida y yo apenas permitía que mediaran palabras, ni siquiera una cerveza; deseaba percibir cada uno de aquellos instantes lo más nítidamente posible.

ARTEAS DE ABAJO



Aquel primer curso docente fui a París con los alumnos de Francés. El profesor acompañante del instituto con el que compartíamos viaje, escritor, me habló de la casita que se había comprado en Arteas. No le envidié entonces, ávida de conocer lugares; sí lo hago ahora. Me sigue ilusionando viajar, conocer, aprender; pero también encontrar un lugar tranquilo donde pasar cada vez más tiempo. Redescubro Arteas con complacencia: a media hora de pedaleo parece que haga días que salí de la "civilización".


De Arteas de Abajo a Arteas de Arriba se llega por un camino de tierra que la cartografía marca como carretera; no obstante, el ramal asfaltado es el que abandonamos para entrar en la aldea, nos llevaría de una a otra dando un rodeo por el otro lado del barranco. La primera vez intentamos ir por su lecho, como describía la reseña del libro que había comprado, seguramente anterior al incendio que arrasó estas tierras. Las aliagas habían cerrado los senderos. Se me quedó grabado un momento en que hacíamos equilibrios sobre una roca, los dos y mi vieja mochila de travesía, haciendo piruetas para no apoyar las manos en ningún lugar indebido, sin osar rozarnos; me mofaba de dónde habría puesto la bota el cronista, hasta que entendí lo que había ocurrido: tras la devastación la aliaga es lo primero que rebrota.



ARTEAS DE ARRIBA



La aldea es todavía más pequeña que la anterior. A la salida hay una preciosa zona recreativa que invita al descanso. Algún día volveré a descansar de verdad, con la neverita y un libro bien gordo, me digo mientras me detengo en la curva a hacer esta foto. En los días con Camino vuelvo a sentir la plenitud; pero a veces me doy cuenta de que empiezo a echar de menos a mi compañero, alguien con quien con quien comentar este momento, alguien que viva mi misma historia, la nuestra. No es un sentimiento triste ni insatisfactorio, al contrario: ¡ya iba siendo hora, es natural! No temo la añoranza: lo que deseo nunca lo tuve en el pasado.


A veces, al final del día o de la semana, convergen en la misma cama o en la misma casa dos vidas que al amanecer continuarán sus caminos divergentes. Cuando eso se convierte en hábito genera la más terrible de las soledades. Cuando uno comete el error de creer que eso es el Amor que cuenta leyenda, la relación de pareja de la que hablan sus amigos y vecinos, y se resigna a que así sea el resto de su Vida, día tras día, semana tras semana, sobreviene la más letal apatía.

L'ANOUER (ZÉNIT)
Arteas, 4-7-2001

Dels moments també
descendim, com dels arbres
i de les muntanyes. N'hi ha un
que marca el cim.
Després comencem a esbocinar
les històries.



Sobre el terreno real no me cuesta reconocer la entrada al Barranco del Quiñón, a la derecha en la última curva de la carretera asfaltada de Arteas. En los tiempos confusos he dudado que pudiera volver a encontrarlo. Anticipo con nitidez los detalles del camino, alentada por la ausencia de cualquier rastro del reciente incendio. ¡A este lo encontraré vivo! Corro hacia él, lo acaricio con reverencia, como un tesoro que se me había perdido. Siempre quise tener una foto de Camino junto a él; no sabía si podría volver a alcanzarlo andando o pedaleando.

Comimos bajo el nogal en nuestra primera travesía (siguiendo el trazado del GR7), junto a unas pozas en las que mi compañero se bañó a gusto y yo me di el breve chapuzón que aguantó mi frío. Él también lo contó en su libreta (se había comprado una para escribir mientras yo escribía)

Volví a buscar este lugar en momentos cruciales de mi Vida. "Iremos a preguntarle al Nogal", me decía. Vine después de la primera lesión; aprendí a guiar varias rutas que pasan por aquí: traje a Perdido, al Botánico, arrastré a Camino siguiendo marcas de GR antes de volver a poner las alforjas en 2005... Quise venir el año pasado; metí el libro de rutas en mi maleta de pascua, pero no me alcanzaron las fuerzas: tuve miedo de resentirme, de no llegar, de que el Nogal me recordara cuán absurda era mi Vida. Habría necesitado que alguien me instara a salir, que me trajera de la mano o arrastrándome de las trenzas, que me insuflara un soplo de ilusión (¡por lo que fuera!) ¡Con tanta que yo había derrochado! Recordé aquellas mañanas de julio, cuando mi compañero me recogía junto al San Pío V, cargada con mis mochilas, rebosantes ambos de emoción.


Al contemplar la belleza austera y silenciosa de este entorno, no me extraña que se nos pasaran las semanas sin enterarnos de lo que ocurría en "el mundo"; al acabar el verano España había pasado de la peseta al euro, excepto nosotros, que nos hacíamos un lío con las cuentas. Aquí no llegan los telediarios; no vimos a nadie en las rutas de entonces ni me cruzaré con nadie hoy. Pienso en Ayla y Jondalar en su valle idílico.


En mi memoria el Barranco del Quiñón no era ciclable; sin embargo, tanto la cartografía digital como el mapa de papel marcan un camino paralelo. Recuerdo que en 2005 tuve que arrastrar y que a pie en 2001 no era fácil seguir las marcas homologadas. Opto por pensar que sería mi falta de destreza y confío en el track... ¡Hacía muuuuchoooo tiempo que no me enmerdaba tanto!

Un centenar de metros más adelante del nogal el camino se convierte en senda y finalmente se pierde. Los varios ramales que aparecen en el mapa han sido colonizados por las aliagas. Juraría que esto no estaba tan mal: no era ciclable para mí subiendo, pero en la senda cabíamos perfectamente Camino y yo. Hoy la llevo al hombro durante 4 km, que me cuestan más de una hora. Ésta es la realidad de las noticias de los recortes en medio ambiente; quizá dentro de poco tiempo las sendas y caminos que han caído este mes en territorio quemado sean también intransitables.

Es francamente difícil moverse, la bici se queda atascada en los arbustos que me llegan hasta el cuello. No pierdo la serenidad ni dudo de mis fuerzas. Lo único que me preocupa es resentirme de la lesión; me reprendo haber elegido una ruta dura e incierta justo antes de marcharme a Pirineos. Maldigo; sonrío: me digo que llegará el día en que habré envejecido tanto que no podré salir de una de éstas (por supuesto, aquí no hay cobertura) Estoy tan mosqueada que no me entretengo ni en sacar una foto del berenjenal -¡sería graciosa!-. Vuelvo a echar de menos a mi compañero, no me quejé ni una sola vez mientras corríamos aventuras similares por estos parajes, no me sentí cansada, a pesar de portear trastos para dos.

Ya no me avergüenza reconocer que -como cualquier ser humano-necesito ayuda en algunos trances de mi Vida; pero no es de la necesidad, como hace un año, de donde nace este deseo de compañía. No tengo por qué avergonzarme: una mujer como yo no es una carga ni una obligación. No poseo los dones ni la destreza de Ayla para moverme por estas tierras, pero me queda mucho mundo por conocer y tengo mucho que enseñar. Vuelvo a estar sana (con algún achaque inherente a ser humano, que hay que aceptar); pronto habré olvidado el miedo. Es otra vez tiempo de Vivir a mi lado.

Llego, ¡por fin!, a una pista en buen estado, reaparecen las marcas de los GR 7 y 10, ¡hasta paneles! Reconozco el lugar donde nos sentamos a descansar y picar algo mientras charlábamos. Se nos hizo de noche antes de llegar a Andilla.

También era de noche cuando pasé con Marian por aquí en enero del año pasado, corriendo el GR10Xtrem. Íbamos lanzadas al podium.


Hoy no descanso. Mantengo la intención de ampliar el recorrido inicial, subiendo a la Ermita de Santa Margarita o Bardés. ¡Vale la pena!
Vista de Andilla en el camino a Bardés. Al fondo Cerro Simón quemado.

Ermita de Santa Margarita. Perfecta para dormir (en las inmediaciones refugio y fuente)
 
En La Pobleta paro a tomar un cortado y consumo mis viandas, lo cual me anima a continuar hasta el siguiente hito de la memoria.

FUENTE DEL SEÑOR

A unos 4 km de Andilla. Fue el primer lugar donde nos detuvimos. Nos saciamos de frutos de un albaricoque que hoy no reconozco. Tampoco recuerdo la datación de las formaciones geológicas que se ven al fondo, pero sé que tenían su historia. Mi memoria para el "de visu" es horrorosa, pero nunca olvido un camino ni una jornada en la Montaña. "¡Ahí abajo hay un albaricoque, Marian -animé en un arrebato de euforia a mi compañera-, estamos llegando a Andilla, vamos a terminar!". Era de noche, confiábamos la una en las fuerzas de la otra cuando por instantes decaían las propias.





Éste es también un lugar idílico para quedarse, con fuente y refugio.
Todavía me aventuraré una última vez antes de acabar la pedalada: tratando de evitar la senda que asciende por el GR, continúo por la pista que sale tras los paelleros, confiando en que podré enlazar más adelante, pero luego resulta imposible cruzar el barranco, así que no me queda más remedio que ascender (empujando durante otro km) hasta la pista por la que he llegado a Bardés, tomarla a la derecha, alcanzar de nuevo los paneles y de allí derechito a Canales por la pista en mejor estado, no sin dudar en algún cruce.

Casita de alquiler en Canales

Hasta ahora me ha sorprendido gratamente que el incendio no haya alcanzado estos parajes; descubrirlo compensa la dureza de la ruta. Sin embargo, en las inmediaciones de La Bellida el panorama empieza a cambiar y esta semana enlaza con las precedentes. Esto no es la vida virtual: las consecuencias de nuestros actos siguen ahí después de siete días, aunque desconectemos.

Puerto de La Bellida. Llegando a Sacañet

Hacia Bejís

Riberas del Palancia al fondo

Sin ánimos para más aventuras, regreso a Bejís por carretera, incluidos los dos km de subida desde Ventas de Bejís, que también fueron el último escollo aquella tarde sedienta de todo . Sin duda, en buena compañía picaría algo regado con Voll-Damm en el bar de la plaza; pero tengo demasiado sueño para conducir aun sin cerveza y el tiempo parece intempestivo para echarse la siesta al raso. Es una tarde bonita, austera, montuna.

¡Hacía tiempo que no me cansaba tanto! Por última vez hoy echaré de menos a mi compañero, llegar a casa, igual de agotados, igual de felices. Parece que el león cavernario se haya ensañado con mis piernas, como con las de Ayla. Llevábamos tantos arañazos en el cuerpo que la gente del grupo de senderismo supo que empezábamos a quedar a solas y bromeó con ello. Fue después de esa travesía cuando mi ex-pareja subió por primera vez a casa y yo me apañé para montar una apetecible cena para dos en los dos metros cuadrados de mi balcón. 

El homenaje de hoy en solitario tampoco tiene desperdicio: comida-merienda con VD, baño relajante, cremitas, lectura en el parque, cenita, masaje, película...

57 km, 1386m ascenso, 4h53'
http://www.blogger.com/