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miércoles, 18 de julio de 2012

OTRO MARTES DE CENIZA: Altura-Altos de Tineu-Uñoz-El Cantal-Cucalón-Puntal Navarrete-Rivas-Altura

Hoy Camino y yo salimos del Polideportivo de Altura. A las 8 ya estamos listas, con el único "problemita" de que se me han olvidado los botellines en el congelador (¡por mucho que me esmere soy recalcitrante en algunos errores!) Lo solvento rápidamente cogiendo una botella de plástico de las que ruedan por el maletero, que lleno en la fuente junto al bar de la piscina. ¡Ójala la nube de humo que empaña mi horizonte hace tres semanas se disipara tan fácilmente!

Salimos de Altura en dirección Gátova. Rodamos por asfalto 3,3 km, hasta encontrar a la derecha el camino que asciende a Altos de Tineu. Es una rampa de unos 400 m en unos 6 km de tierra. Seguimos por la pista principal hasta el km 9,3. Ya sé lo que me voy a encontrar al doblar cualquier curva.


El horizonte desde Altos de Tineu

Llegamos a una balsa redonda en cruce de cuatro caminos, giramos a la derecha en dirección a la Masía de Uñoz. En el km. 11 nos desviamos para contemplar la vista de los dos edificios históricos. ¿Qué encontraremos?

A mano izquierda las lomas están quemadas. Al torcer esta curva, la masía.


Los Pinares de Uñoz
 
La Masía de Uñoz


Seguramente salvada porque la protegieron.

Vistas desde la Masía de Uñoz

Regresamos al km. 11 para seguir, torciendo a la derecha por camino privado (Uñoz), rumbo a otro enclave histórico: El Cantal, poblado ibérico y menhir.

En el km 17,8 llegamos al camino asfaltado de la Murta, que tomaremos a la izquierda unos 200m para, torciendo de nuevo a la izquierda, llegar por pista de tierra al Cantal.

Puntal del poblado y cuesta de "los toros" (parece que la han arreglado) La ruta desciende por otra paralela

Puntal y pradera del menhir
Seguimos descendiendo con la Masía de Cucalón al fondo

"Cueva de Bicipalo" y camino que viene de Abanillas
Entrada al camino del Cantal

El menhir
Se ha salvado milagrosamente, como una isla entre las cenizas que le rodean. Regresamos al Camino de la Murta para proseguir (izquierda) hacia la Masía de Cucalón. En el km. 20,6 torcemos a la izquierda para llegar hasta sus inmediaciones. Afortunadamente, está intacta.

Masía de Cucalón

A pocos metros de la masía...
... Ni tan tranquilas.

Regresamos al cruce y continuamos recto, dejando el Camino de la Murta. A partir de ahora rodaremos flanqueados de cenizas sobre barrancos calcinados, en dirección a la CV-245, que une Altura con Alcublas.




La alcanzamos en el km 25,2. Rodamos en dirección Alcublas (izquierda) unos 300m.
Puerto de la Cueva Santa: una clásica de carretera
Tomamos pista a la derecha que conduce al paraje del Puntal Navarrete. Es la primera vez que estoy aquí; sospecho que llego demasiado tarde.





Sin comentarios

Seguimos la pista principal hasta el km 30,2, donde giraremos a la derecha para seguir por un camino que bordea la cara norte de Montemayor y la Cueva Santa. ¡Sería un track chulísimo!, pienso con lástima, ya sin lágrimas ni palabras.





Al fondo, santurario de la Cueva Santa
Cerca de la cantera encuentro un camino que no aparece en la cartografía (ni Topohispania ni mapas del Levante), que me permite llegar rápidamente a la Masía de Rivas (km. 36,5) sin tocar el itinerario de la semana anterior.

Rodamos medio km por la CV-245 en dirección Altura. Tomamos pista asfaltada que sale a la izquierda, en forma de Y. Pasamos por el Collado del Pilón. En el km 42,1 en cruce en forma de Y cogemos pista a la izquierda, para descender a Altura por la Ermita de Santa Bárbara.

Antes de marcharme hago la compra en bicicleta.

"...i al capvespre / he vist travessar el pont un vell centaure / amb pas calmós i he plorat de tristesa / quan he observat que ningú se'l mirava."
(Miquel Martí i Pol)

Todas las fotos: https://picasaweb.google.com/joa7cc/OTROMARTESDECENIZA?authkey=Gv1sRgCPO7hZLqj9DXkgE#
Mapa, perfil y track: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3091713



 

lunes, 16 de julio de 2012

MIÉRCOLES DE CENIZA: Segorbe-Rivas-Jérica-Segorbe

Solíamos ir a buscar setas por esa zona. Por entonces, el compañero con el que empecé a descubrir "territorio" entre Andilla y Bejís, hacía tiempo que era mi pareja. Veníamos en bici desde Sot de Ferrer o nos acercábamos en coche si quería que Perdido también disfrutase un rato; lo trajimos el primer día que me refugié en el Nogal...

Hoy he empezado por otro camino; pero la manera más fácil de llegar a esta zona es salir por carretera desde Altura hacia Alcublas (Puerto de la Cueva Santa) Un poco antes de la Masía de Rivas (convertida en restaurante), tomamos un camino de tierra a la derecha.

El día ha salido nublado. El tono apagado del cielo disimula el contraste del gris ceniza. En la distancia cualquiera diría que se ha adelantado un hermoso otoño.



Pero pronto constatamos el presente de la Montaña valenciana: un tóxico guiso de fuego y cemento, aliñado con bastante chorizo.



Hace al menos cuatro años que no venía por aquí, pero anticipo certeramente los hitos de la memoria. Sé que no estaba lejos de la Curva de la Soledad.


Aquí me senté a esperar, mientras mi ex-pareja corría o recolectaba algo, no recuerdo, tampoco sé por qué -inusitadamente- yo estaba parada, mientras el tráfico de la cantera casi atropella a Perdido, sin que el susto lograra inmutarme demasiado. Si me busco en la memoria, me veo cansada. Los análisis médicos arrojaron cifras de una anemia preocupante, era mi primer invierno corriendo; yo en aquellos meses me recuerdo exhausta de esa soledad cuyo abismo nombré por primera vez sentada en las piedras de esta curva: la "soledad en compañia" de la que tantos años tardaría en desasirme, que perseguiría y agostaría mi corazón, como las llamas, aunque cambiara de sierra. Así que no debe de andar lejos, porque me levanté y caminé lentamente hacia él, con Perdido atado a mi cintura, acaricié su corteza, me refugié en su frondosidad, busqué su amparo mientras le contaba... Hasta aquí no ha llegado el fuego; he pasado la noche pensando en él, quizá le encuentre con Vida, como al "Árbol que se comió la señal"...


Pero el hermoso ejemplar de nogal ha muerto calcinado. Conserva verdes algunas de las ramas más altas, como gritos que quisieron aferrarse a la Vida.


Lecho del barranco donde se encuentra el nogal
Un poco más adelante, en el mismo barranco, algunos de sus hermanos pequeños han sobrevivido milagrosamente. Secan mis ojos con un atisbo de esperanza: quizá se detuvo aquí, tal vez el Nogal fue el último que murió.


Sin embargo, no doy demasiadas pedaladas sin comprobar que el frente se burló de nosotros (de los árboles, de los pájaros, de los bichos que reptaban o corrían, de los habitantes de estos pueblos, de los equipos de extinción que se jugaban la Vida, de mi ánimo, que se ha convertido en un sube y baja desde que estalló la noticia...), saltando a su antojo pistas, barrancos y hondonadas.


Me detengo sobre la ladera donde veníamos a coger rebollones ¡Y se criaban bien! Recuerdo la ilusión de mi pareja cuando algún compañero le revelaba dónde encontrar alguna especie apreciada. ¿Habrá venido él a ver cómo está esto? Nosotros ya no volveremos a buscar setas en esta pinada; moriremos antes de que estos parajes vuelvan a ser como los conocimos (si es que alguien vuelve a ser como fue... Quizá la Madre Tierra sí tenga ese poder para borrar cicatrices)



Gran parte de mi historia está escrita en la Tierra que he pisado (para mí, la parte más relevante) Al verla ahora así, siento que algo se me escapó para siempre; al mismo tiempo, durante estas semanas evocando anécdotas por esta comarca, me doy cuenta de que hay muchas cosas que echo de menos, no sólo los lugares. ¡Me alegra sentirlo! Es como si Ella me dijera que ya era hora de que las echara en falta, de que empezara a buscarlas allí donde verdaderamente pueda encontrarlas.


Sin urgencia pero sin dilación, con la mayor seriedad, del desastre renace la esperanza. "¡Incluso quemada está guapa la condená!", escribe un alcublano en la web del pueblo.

Al salir del barranco se distingue a lo lejos el Santurio de la Cueva Santa. Desde Teresa a Montemayor se extiende un mar de cenizas. Contemplo estas lomas como me gusta hacer desde las cumbres de Pirineos: "un mar de Montañas", que suelen estar cubiertas de nieve, de bosques, de ibones...



La motita blanca al fondo es el santurio


Apenas llevo un rato rodando flanqueada de ceniza y ya lo acuso en mis pulmones y en mis ojos. El viento levanta ráfagas de la ventisca de la muerte. Un mar de muerte... Por la noche me siguen picando; no logro arrancarme de la retina estas imágenes en una larga noche de insomnio.



Desde el altiplano giro 360º, observando en derredor las metas de muchos días de caminata o pedaleo. Han ardido los caminos de muchos sueños:

Bejís y Peñascabia al fondo

Hacia Sacañet y el GR10



El caracol que desciende o sube de Teresa ¡Qué rampa!

En este cruce en forma de T tomo la pista de la derecha (largo tramo recién asfaltado) para bajar directamente hacia Viver (no entro) y Jérica. Cerca de estas localidades se detuvo la pesadilla. Así son estos parajes en las zonas donde no ha llegado el fuego:


Los caminos






La vegetación de barranco

Tomo café en la plaza de Jérica, tranquila pero no falta de tertulianos. Un perrito sale de la alforja de un cicloturista, pienso en Perdido. En estos ratitos en los que me detengo a degustar el paso del tiempo en estos lugares, paladeo estar de vacaciones, saboreo la Vida, apacible y sencilla.

La gente de los pueblos afectados por los incendios teme perder los ingresos que generaba el turismo rural, desde el frugal café hasta la demanda de alojamiento. Yo seguiré rodando por los mismos sitios que frecuentaba. Hasta el martes, Sierra Madre, quizá antes. El día menos pensado vendré acompañada. Y una tarde no muy lejana ya no tendré que marcharme. Yo siempre he cumplido mis sueños, sin sucedáneos, aunque sea a la enésima.

Envalentonada, regreso a Segorbe haciendo series por la Vía Verde.

lunes, 9 de julio de 2012

MARTES DE CENIZA

Todavía no había terminado de regocijarme con haber vuelto a la Mosquera y encontrarla intacta, cuando el fuego empezó a asolar otros parajes tan queridos. El viernes a mediodía encontré la casa llena de cenizas del incendio de Cortes de Pallás; el sábado, rodando por la CV 35, distinguíamos claramente el foco de Andilla y otros dos más pequeños, probablemente ya en Pardanchinos y la Concordia. Pensé en las Bodegas de Gea, en las "rutas casineras" del próximo curso; habían vulnerado las fronteras de "La Reserva", el "Territorio Bici" estaba ardiendo, ¡nunca imaginé que fuera tanto!


El incendio de Andilla se originó el viernes 29 de junio y el martes 5 de julio todavía no estaba apagado. Necesitaba ver la tierra, valorar por mí mísma a cuánto ascendía el desastre sentimental (el ecológico ya traslucía en los medios de "comunicación", en fin, nada que no se arregle con las "ayudas" prometidas) Me iba haciendo una idea por los mensajes y las fotos de los amigos que trabajan en las brigadas forestales -ellos sí me transmitían algo-, pero quería sufrir el impacto cuanto antes y, al mismo tiempo, dejar que mis lágrimas cayeran sobre la tierra devastada, como si así pudiera abrazarla, reconfortarla. No obstante, me pareció una imprudencia internarme con Camino en las Montañas todavía humeantes (seguramente acabaría incordiando más que otra cosa), así que, con rabia y desasosiego, cargué a Ainielle Pequeña en la ranchera y nos dirigimos a Segorbe. De paso, aprovecharía para estudiar parte del itinerario del sábado siguiente.


Aparqué frente a la cooperativa de Segorbe, que era una fiesta visitar los días de descanso deportivo cuando estábamos en Sot. Al terminar la ruta, hoy también haría la compra aquí. Me acerqué a Altura, pero desde allí no encontré manera de seguir la antigua N-234: habría que regresar a Segorbe y tomar dirección Navajas por comarcal hasta dar con ella. Los bomberos de Madrid estaban desyunando en la terraza de un bar de Altura, con pinta de no haber dormido; deseé que aquello significara que la pesadilla había terminado. Desde allí no se veía humo, tampoco vegetación quemada.


Sin embargo, al remontar la cuesta de San Blas hacía Jérica-Viver, descubrí los aviones y helicópteros que iban a cargar agua (probablemente al pantano de Arenoso) ¡Demasiadas idas y venidas para que todo estuviese controlado!


Sobrepasado Viver, tomé a la izquierda la CV-235. No hizo falta internarse mucho para descubrir las dimensiones del infortunio. En la margen izquierda las cenizas llegaban a orillas del Palancia.


Las fui siguiendo, incapaz de llorar ni de seguir haciendo fotos. En la cuneta se paraban a filmar los primeros coches de Canal 9; unos metros más allá, algún lugareño evaluaba los daños.


A la entrada de Teresa comprobé que "El árbol que se comió la señal" sigue vivo, y bien alimentado, pues de la señal de tráfico que lleva en sus entrañas ya no se ve nada. Se distinguía perfectamente el poste y el número limitador de velocidad la primera vez que mi compañero me lo mostró, hace once años, en nuestra primera aproximación a Peñascabia. Era 1 de mayo e, insólitamente, se puso a nevar a media mañana. Con la equipación de entonces teníamos tanto frío que hubo que retroceder. ¡Qué bien le habría venido al monte esa nevada estos días!


No sé cuándo fue la última vez que distinguí un cachito de señal en la panza del platanero. Llevo once veranos rodando a los pies de Peñascabia. En julio de 2001 veníamos desde Andilla, como el fuego. Cargábamos mi mochila de travesía con los sacos y el hornillo. Mi compañero se avergonzaba de que yo le porteara sus bártulos -él todavía no tenía mochila grande-; pero a mí me hacía feliz comer en medio del monte y dormir donde nos cayera la noche. La primera que pasamos juntos (castamente) cayó en un poco poético olivar a las afueras de Bejís, que nos supo a gloria después de las cervezas en la terraza de "El bar pita". Habíamos caminado todo el día, perdidos desde la mañana; se nos había terminado el agua como a los novatos. Nos reorientamos en las inmediaciones de Sacañet, por donde ahora ha atravesado el frente. ¡Podría haber ardido aquel día, cualquier día que, ajeno a especulaciones, un montañero feliz haya salido a caminar!


En febrero del año siguiente conseguí subir con Camino a la Bellida (entonces para mí era una proeza), desde donde contemplaba el vasto territorio todavía inexplorado. Todo lo que divisaba desde allí ha sido pasto de las llamas. Lo comenta la gente en el bar de Bejís: en Alcublas siguen rebrotando conatos. En "El tren pita" se ha vuelto a ir la luz; tomo un cortado en el bar de al lado, mientras escucho y leo el periódico. Los columnistas, indignados, ofrecen datos y nombres concretos de los culpables de la mala gestión o no-gestión del trabajo de extinción: el presidente del gobierno se fue al fútbol, una consellera lamentó que muchos valencianos se perdieran el partido "por culpa del incencio", políticos con cargos relevantes pasaron la tarde en las redes sociales, defendiendo lo que les pueda quedar de "prestigio" y lanzando el "tuit" de la culpa al adversario. Al fin y al cabo, los pinos no votan y en los pueblecitos afectados hay censada poca gente; lo que importa es la opinión de quienes sabrán del incendio a través de una pantalla, quienes no percibirán el olor y el silencio de las cenizas, quienes no verán el monte en pena desde sus ventanas, hasta el día de su muerte, quienes ni siquiera vendrán a pasear una mañana... Ésos son quienes importan: los informados votantes.


El desasosiego que me produce la lectura contrasta con la serenidad que he sentido siempre en estos lugares, con la satisfacción de las jornadas de ruta. Cuando me levanto para marcharme el calor arrecia; unos lugareños me indican que hay agua fresca en un lateral de la plaza. "La Fuente de las Añoranzas" -nunca me marcho sin llenar el botellín-, la que tanto nos alegramos de encontrar aquella tarde que andábamos perdidos, de la que me prometí volver a beber desde la cumbre de la Bellida, para espantar las añoranzas.


¡Y ya lo creo que volví! El julio siguiente me extraviaba sola con Camino hasta el atardecer: más de 80 km de montaña con una empanadilla de pueblo. ¡Nunca fue tan profunda la Ausencia! Hasta que conseguí juntar todas las referencias. Iba comprando los mapas 1:25.000 del IGN según los recorría; pegué más de una docena: desde El Toro (al Norte de Bejís) hasta el Sur de la Sierra Calderona (el "Territorio Bici") Hoy no pondría el dedo en ninguno de ellos sin quemarme.

"De las cosas que tienes, escoge las mejores y después medita cuán afanosamente  las hubieras buscado si no las tuvieras" (Marco Aurelio) Mi compañero me tendió el sobrecito de azúcar de su primer café en "El tren pita", que once años después cuelga ennegrecido de un imán de mi nevera.


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