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miércoles, 14 de septiembre de 2011

MIS JUEVES Y MISJUEVES: (III) La cruz de Alcoy (Jueves 25/08/2011)

                Ha llegado el momento de subir a La Cruz, aunque no las tengo todas conmigo: ayer me dolía la rodilla, después de la salida en bici del martes. Procuro no pensarlo demasiado y disfrutar de los preparativos, de volver a levantarme al amanecer para irme de excursión.
          Entre unas cosas y otras, son casi las 10 cuando me dispongo a empezar la ruta, ya hace un calor sofocante. Lo tolero bien y nunca he suspendido una salida por ello, pero ya de por sí pone las pulsaciones por las nubes (con el consiguiente consumo de glucógeno y generación de ácido láctico) y eso ahora a mi musculatura no le conviene. Procuro no pensar en esto tampoco; no me cuesta mucho conseguirlo: es asombroso lo poco que tarda en ordenarse el universo cuando empiezo una actividad en la Montaña.
          Aparco en el mismo sitio que hace dos semanas. Hago el tramo de asfalto caminando (unos 250 m) para calentar; paso frente a la Cantina del Preventorio pensando que es un sitio ideal para terminar algún jueves tomando una cerveza, quizá hoy si no fuera porque después de correr todavía me quedará por delante un intenso día. Sobrepasada, tomamos a la derecha siguiendo marcas de PR, SL y paneles metálicos (de esos del pajarito con una flecha):

          La senda pasa junto a un área recreativa (L'Horteta) sombreada, con agua. La pendiente me hace prolongar el calentamiento y retrasar el momento de empezar a correr. Al llegar a la parte alta del área, atravesamos un puente de madera a la derecha. A los diez minutos paro a estirar, aprovechando las vistas de la ciudad y del Preventorio que se dejan entrever entre los árboles.
          Siguiendo el sendero balizado, que asciende en zig-zag, llego al mirador en poco más de un cuarto de hora, son apenas 1,6 km con 150 m de desnivel lineal. Visito la Ermita de San Cristóbal y le pido a un lugareño que me haga una foto apoyada en la cruz, emulando la que tengo en el Aneto. Subí por última vez aquí hace 29 años; nunca se me ocurrió que volvería a hacerlo ¡corriendo! Bueno, las rampas con más pendiente las he andado por ahorrárselas a mi glúteo, aunque voy tanteando y parece que todavía queda algo de mi vigente título en Kilómetro Vertical. ¡Me encanta subir! No es masoquismo, es la sensación de estar inhalando el mundo en cada inspiración, de palpar las paredes de tu cuerpo.

          Queda todo el entrenamiento por delante. En el campamento de mi infancia pudimos haber hecho la subida por donde he venido, saliendo primero a la carretera para llegar hasta el Preventorio; pero no me suena que fuera por allí ni que hubiese tanta pendiente, creo que por la parte trasera de la casa nos metíamos directamente en la Montaña. Decido bajar en la dirección de mis recuerdos, ¡aunque parece imposible que se me haya quedado grabado un camino que recorrí a los 13 años, no tenía ni idea de orientación! Retrocedo unos metros hasta el poste que indica “Buitrera 40'”. En lugar de seguir por donde indica, giro a la izquierda, hasta el poste metálico del pajarito; de nuevo a la izquierda, desciendo aproximadamente la mitad del desnivel siguiendo marcas de SL. Encuentro una bifurcación en Y; la senda de la derecha parece dirigirse en dirección a la casa de colonias. Lo tomo, abandonando el sendero balizado, hasta llegar a la pinada de atrás, donde cada grupo buscaba y decoraba su “rincón”, el lugar de reuniones, juegos, confidencias... Efectivamente, hay una puerta trasera en el cercado, que debía de ser por donde salíamos de caminata. Veo desde otra perspectiva la mesa de piedra, las duchas exteriores, las ventanas de las habitaciones... Hoy no me atrevo a colarme.


          Desde esta parte de la casa hasta la cruz hay apenas dos kilómetros sin pendientes pronunciadas. Sin embargo, la mayoría de mis compañeros de campamento temía el día señalado para la caminata. Mis dos amigas íntimas, casualmente, todos años se veían aquejadas de dolores menstruales; pero a mí, infantil todavía, ni me había bajado la regla ni me importaba subir a la cruz, jugando -como observo a los niños que a veces nos acompañan en el grupo de senderismo- se me debía de hacer más llevadero que a ellas, aunque tampoco recuerdo que la Montaña tuviera ninguna connotación especial para mí.
          Me he entretenido buscando los caminos del recuerdo, haciendo fotos, la temperatura va subiendo, tengo que empezar a correr en serio. Para rentabilizar los entrenamientos no hay nada como las rutas conocidas, en las que voy pendiente de la ejecución del ejercicio, el tiempo, la intensidad... No es todavía el momento de trabajar así, lo sé. Por otra parte, la motivación para mí juega un importante papel, y una de las cosas que más me motivan es descubrir nuevos caminos, dejar vagar la imaginación y el sentido de la orientación hasta trazar una circular perfecta, un día espléndido. Ahora eso me distrae tanto como la compañía y dejo por un par de horas de pensar en lo que me va a doler mañana, de temer la posibilidad de volver a quedarme sin poder salir.
          Corro en dirección al Preventorio, todavía tengo mucho tiempo (me he dado dos horas de movimiento efectivo). Reaparecen marcas de PR que bajan a la carretera. Ya cerca de ella, la senda se bifurca, tomo a la izquierda en ligero ascenso, pensando que quizá esa opción me devuelva al coche sin tocar asfalto. Paso por encima de las piscinas, llaneando. Pero en lugar de ir al Preventorio, la senda empieza a ascender de nuevo hacia la cruz, je, je, he tardado tanto en volver que mi sueño se hará realidad dos veces. Llego a la parte superior del área recreativa L'Horteta, por el lado opuesto al que pasé a primera hora. En lugar de subir por el itinerario marcado, decido investigar otro: sin atravesar la zona de mesas, tomo la senda que sale a la izquierda, hay varias opciones y la que sigo no es siempre evidente, voy ascendiendo en la dirección que quiero. Paso junto a un abrigo.
          En esta ocasión el último tramo de acceso a la cruz es más empinado, por una senda que se pierde entre las rocas. Me sale instintivamente el gesto de ayudarme apoyando las manos sobre los cuádriceps, por unos metros pienso que estoy subiendo un kilómetro vertical, me siento fuerte, no quisiera despertar...
          Alcanzo la cruz por segunda vez. Queda tiempo. Seguiré ahora el PR que va hacia la Buitrera. Tras un ligero descenso, empieza a subir hacia el puntal que vemos delante, por una cornisa sobre el Barranc del Cinc o del Cint (incluso Zinc, según la fuente) La idea es encontrar una senda que baje a la derecha y regresar por dentro del barranco a la carretera del Preventorio, a 900 m de donde tengo aparado el coche. Corono oteando las espléndidas vistas del Montcabrer al frente, el Benicadell y las sierras alicantinas a la derecha, abajo els masos de la zona. El camino que busco existe, aunque el enlace parece estar demasiado lejos para hoy. No tentemos a la suerte: decido bajar al coche, ducharme en la fuente y pasarme por bicis Sanegre a marear un rato a Nacho.
          Corro por tercera vez en dirección a la cruz.

          Inicio la bajada por el SL de la primera subida. Al llegar a una bifurcación, abandono este itinerario para correr por una senda evidente que sale a la izquierda, que podría ser (y luego compruebo que es) un enlace con el inicio del Barranc del Cinc. En lugar de llegar hasta el mismo, tuerzo a la derecha en dirección al coche, para evitar tener que pasar sin luz el túnel de la carretera. La senda sale junto a una antena y un panel de madera que indica “Barranc del Cint”.

          Desde aquí al coche hay apenas un centenar de metros. Para redondear el tiempo e ir bajando pulsaciones, vuelvo a pasar frente a la cantina, llego a la Bassa de Mariola, donde hay un panel que señaliza la bajada a Alcoy (otro día vendré desde abajo)

PROCESADOR DE TRAYECTO: 9,16 Km; 516 m ascenso acumulado; 1h 46'. El track es un trazado de bucles tan inexplicable que ni siquiera el Principito podría adivinar si se trata de un track o de una boa constrictor que se ha tragado un elefante. (¿Alguien sabe si se pueden adjuntar tracks en las entradas del blog?)
          Regreso andando hacia la fuente. Junto a ella se ha sentado a descansar un chico moreno con el pelo largo, un tatuaje en el brazo, pantalón de Montaña, torso descamisado... Son las doce y media, hace un bochorno sofocante. “Tira, tira p'al coche -me digo- y nada de ducha". Pero no puedo marcharme sin hacer los estiramientos. Saco la esterilla, me tumbo mirando al valle. El chico se levanta a mitad de sesión, se despide. Debo de haber interrumpido su intimidad, es que no he podido evitar mirar varias veces. Al menos yo no silbo ni grito, como desde los coches y las motos que pasan, ¡y eso que sólo estoy estirando! Cuando termino, la zona ha vuelto a quedarse tranquila; coloco la bolsa de deporte junto a la fuente y procedo a una limpieza corporal tan escrupulosa como el sitio permite, me quito con deleite el barro de las piernas -¡cuánto tiempo!-, descubro algún rasguño nuevo, me mojo el pelo, lo desenredo, me pongo crema...
          Al bajar paro en la cuneta para fotografiar los paneles que hay en la entrada del barranco, mientras me como una empanadilla.

          Paso por la tienda de bicis. Cotilleo el Centro Comercial Alzamora, carente de interés. Me tomo un capuchino en la Avenida, cerca de Fisiojreig. Poco a poco he ido visitando los lugares que me llamaron la atención las primeras veces, entreteniéndome en las cosas que pensé que haría cuando no tenía ánimos ni para disfrutar de un café.
          Jordi dice que tengo que empezar a salir con la gente, a hacer lo que haga el grupo, e irme olvidando de la pierna. Si todo va bien, volveré a Alcoy cada tres o cuatro semanas para continuar con el mantenimiento preventivo, es decir, lo que tendría que haber hecho todos estos años. No quiero emocionarme, no quiero celebrarlo; sé que todavía habrá momentos difíciles, molestias, retrocesos, muchos entrenamientos en solitario... No puedo creer que sea hoy el día esperado. Al principio cualquier plazo te parece larguísimo, insuperable; luego te abandonas a la rutinaria desmotivación de pensar siempre en “el día de mañana”, te resignas a no pensar que tus sueños se cumplen hoy, cada día que te levantas. Me aplico la frase con la que tantas veces he intentado animar a mis amigos y alumnos: “Con ganas y dedicación casi todos los sueños se hacen realidad”. ¿Por qué no iba a ser hoy?
           De regreso a Valencia, continúo haciendo cicloturismo, en su nueva acepción de viajar visitando tiendas de bicicletas. Me doy cuenta de que he perdido uno de los pendientes de Santiago; pero ya no lo tomo como signo de mal agüero, sino como presagio de que terminaré otro Camino para volver a comprarlos.
          Celebro la jornada con un modesto huevo frito y una Voll-Damm, sin euforia. Me voy a la cama a dormirme leyendo plácidamente.  Será un tiempo bonito; son tiempos difíciles, en los que hay que tirar mucho de la fuerza mental (y yo la tenía muy tocada) Para salir a entrenar hay que vencer el miedo a la recaída, los dolores, las limitaciones (que te impiden aceptar la mayoría de propuestas que recibes), la moderación (que no casa con mi carácter)... Quiero confiar en que Jordi no se equivoque; quiero confiar en mí.

2 comentarios:

  1. Chula la foto del abrigo, chula la senda de ascensión a la cruz y chula la foto ya arriba.
    Bien, poco a poco te vas alejando de la lesión y volviendo a entrar en ti misma.

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  2. La lesión me acompaña cada segundo de mi Vida: cuando no me duele un pito es una flauta y nunca sé si voy a poder sali mañana.
    Hace ocho años me pregunté, en mi primera lesión, me pregunté quién era yo sin Montaña. No supe contestar. Cuando volví a lesionarme, fue terrible comprobar que no tenía mucho más. Intento olvidar el crudo invierno y pensar que mañana, hoy, quizá esta misma noche, ya no será así ni me dolerá nada. Hago todo lo posible y parte de lo imposible. No conozco otra estrategia cuando quiero algo.

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