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domingo, 18 de septiembre de 2011

OTOÑOS. La vuelta al cole (Segorbe 18-9-2011)

"Curso nuevo, Vida antigua"

     Hace semanas que preparo mis bolígrafos y carpetas para empezar el nuevo curso. Recuerdo cuando mi compañero de trabajo llamaba al timbre, de regreso de la papelería, subía a enseñarme su nuevo material escolar, quedábamos para ir a la primera bicifestación de la temporada. Entonces yo recuperaba esa ilusión infantil de oler a página en blanco, a lápiz recién afilado, a goma de borrar de nata, y bajaba a adquirir algún caprichito para mi bien surtido estuche. Ahora llevo uno comprado en Ecuador, con bolis de Moshi, Quito, Oviedo, Montesinho... Son bolígrafos normales a los que les pongo un papelito con el lugar de procedencia; al repasarlos en el aula o en una reunión, el pensamiento vuela lejos y me relajo.
    
     Fue por estas fechas cuando mi ex-pareja se mudó al Ático, el otoño que estrené plaza definitiva en mi actual instituto. Nos vestimos de punto en blanco y fuimos a celebrar la nueva Vida a la taberna de la esquina. Recuerdo que a mediodía, al tropezar con las primeras rotondas de la ciudad, me deleitaba pensando en la tarde de impresiones compartidas, besos, abrazos, escritorio, proyectos, cotidianeidad... (¿Sentirían ese cosquilleo mis compañeros desde hacía años?) El día de los horarios abríamos presurosos nuestras carpetas para compararlos (¡no podía competir con los privilegios de su experiencia!) Recuerdo que pasé un fin de semana entero preparando en el chalet la presentación de mi primera tutoría de 2º de Bachillerato. ¡Debió de reírse en su fuero interno de mi torbellino de preguntas! Ahora llevo tantos años y con tanto placer impartiendo ese nivel que ni siquiera necesito guión.

     Otoños hubo para ahogarse en la melancolía, preguntándome si nunca volvería a ver un atardecer de domingo en la Montaña, charlando con la gente con quien compartía una excursión; si pasaría el resto de mi Vida y moriría con esa "soledad en compañía" que hace de mi corazón un colador, de mis ojos un manantial y de mi voluntad un desierto. Nunca he conseguido librarme de ella, así que ya no sé si va con ellos o viene conmigo; aunque cuando estoy con mis amigos no la siento ni me asaltan esas ganas de llorar cuando estoy sola del todo.

     Los otoños que siguieron a la separación disfruté llenando mi agenda de eventos en verde (el color de las salidas a la Montaña): carreras, excursiones, viajes en bici... Retomar los hábitos de la soltería no fue tan duro como temía, pasito a pasito los deberes estuvieron terminados.

     Ante el incierto y modesto inicio de este curso escolar (¡ni siquiera me he comprado material nuevo!), cualquiera diría que la Ley de Murphy se ensañó con mi Vida. Afronté decisiones difíciles y lo único que conseguí fue salir de Guatemala para meterme en Guatepeor. Sin embargo, en cuanto llevo dadas dos vueltas de pedal, me resulta imposible irme por el lado oscuro del pensamiento.

     Cuando mis amigos bajan del coche sonriendo, dispuestos a correr por la Serra de les Agulles a las cuatro de una tarde tórrida, con las aliagas pinchándonos hasta los sobacos...

     Cuando después de diez años todavía descubro al amanecer una imagen desconocida de mi Sierra Madre (Portaceli desde el mirador de Valoria)...

     Cuando destapo la cerveza del sábado por la noche en casa de un amigo ("No, no, hoy seguro que no llego a cenar", me quejo a mediodía al volver a casa rebentada)...

     Cuando bajamos con los últimos destellos de sol a encontrarnos en los jardines con la manada (¡Jondalar tiene perra! ¡Y hay una perra que se llama Ayla y otra Wi-Fi! ¡Hay decenas de perros! Perdido ya dice guau, y yo podría al menos decir miau, bueno, ya voy musitando algún hola)...

     Entonces me digo que es imposible que este otoño, que empieza lento y sencillo, cálido y entrañable, no haya de conducir a un acogedor invierno, a una primavera nueva, a un verano donde todo haya quedado muy lejos...
     
     He terminado los deberes de la asignatura que me quedó pendiente (tuve dudas, pues nunca había suspendido para septiembre) El inventario está sobre la mesa, casi listo para firmar. Es sucinto: estas caídas en picado no dejan títere con cabeza, sólo se salva lo verdadero, lo consistente, incluso sale fortalecido.

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