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martes, 27 de septiembre de 2011

MISJUEVES Y SÁBADOS: LUGARES MÁGICOS DE LA SIERRA DE ESPADÁN

O que sabemos dos lugares é coincidirmos com eles durante um certo tempo no espaço que são. O lugar estava ali, a pessoa apareceu, depois a pessoa partiu, o lugar continuou, o lugar tinha feito a pessoa, a pessoa havia transformado o lugar”
(José Saramago, O Caderno)

     Esta semana -sin proponérmelo, pues las rutas no las decido yo- vuelvo a estar en lugares emblemáticos de la Sierra de Espadán, mi Sierra Madre Adoptiva.

MISJUEVES, para resarcirse de la dureza de la semana anterior (aligas, tarde bochornosa, ruta que se alarga hasta el anochecer...), se cita en las proximidades del Embalse de Benitadús. Benitandús es un poblado que conocí como aldea abandonada en una de mis primeras rutas en bicicleta de carretera. Llegamos desde Sot de Ferrer, en la otra parte de la sierra, por el Puerto de Eslida, el Collado de Aín o el Puerto de la Nevera. Combinándolos al gusto según la duración o la dureza que se pretenda, salen tres circulares perfectas y preciosas; para acercarse a Benitandús desde cualquiera de ellas, hay que coger de ida y vuelta la carretera que va desde Alcudia de Veo hacia Tales-Onda.
     Pero hoy hemos venido a correr. Dudo entre salir con el grupo de corredores (debo entrenar progresivamente, debo vencer el miedo) o el de andarinas (mi amiga Ester, que todavía está dando pecho a su hijo de seis meses; mi amiga Marian, con una tripa de siete que ya parece de nueve; mi amiga Gema, cuya generosidad no conoce límites, siempre dispuesta a sacrificarse por esperarnos) Finalmente, empiezo corriendo, confiando en que entre estiramientos, molestias y falta de forma, me alcanzarán los caminantes e incluso me dejarán atrás. Sin embargo, a trancas y barrancas, suspiros y rebufos, algún minutillo de espera, consigo llegar a Alcudia de Veo con la manada. Quería esperar allí a mis amigas o regresar directamente por carretera, pero El Pastor me convence de continuar con ellos por el GR 36, en dirección a Veo, cruzar el barranco y acortar yendo a Benitandús tomando a la pista a la izquierda. Será lo opción que elegiremos cuatro del grupo.
     Al entrar en el caserío me sorprende la calidad de las casas rehabilitadas -no creo recordar que hubiera tantas-, calidad de comodidades y calidad de Vida. Una pareja de edad lee tranquilamente bajo el emparrado del porche; el perro entra y sale a sus anchas del recinto, pues no hay vallas ni necesidad de ellas. Mientras nos lavamos en la fuente, descubro un cartel semioculto por la vegetación de ribera: “Se venden adosados en Benitandús”. No me gustan los adosados, suerte que en este remanso no caben muchos; me pregunto hacia qué lado se decantará el precario equilibrio entre la demanda de una Vida más natural y la conservación del entorno.

Opción corta (11km, 487m, 1h45):

Opción larga (14 km, aproximadamente media hora más) Trak de Santi Alvarruiz:

Posibles ampliaciones: la primera parte del recorrido se puede ampliar visitando Sueras, el Mas de la Campana o ambos; bajar a Alcudia de Veo y retomar el trak. Desde esta población podemos ampliar llegando por el GR hasta Aín.

     El resto del grupo asciende por senda (no la del GR, sino otra que sale un poco más adelante a la derecha) la ladera en la otra orilla del barranco y baja a Benitandús por el lado del embalse. Fue en este alto donde oí por primera vez el nombre del lugar: “Ahí abajo hay un pantano -comentó mi pareja una mañana que entrenábamos por el GR en dirección a Aín-. Iremos a verlo algún día”. Benitandús, Benitandús... Puedo pasar semanas, meses, ilusionada con el nombre de un lugar que me gustaría conocer, incluso guardarlos durante años, esbozando una ruta nueva; quienes me conocen saben que pueden encandilarme con ello.
     Terminamos pronto. Todavía se me escapa de vez en cuando un amago de desencanto por haber entrenado poco; pero cada vez es mayor la satisfacción de sentir que estoy haciendo las cosas bien, o al menos intentándolo cuanto puedo. Me dispongo a disfrutar de lo que queda del día de la misma manera que si acabara de ganar una carrera durísima.
     Los pueblecitos blancos de Espadán son perlas maravillosamente conservadas en una zona bastante accesible desde la costa, desde las dos capitales del Norte levantino. Cada uno de ellos con su bar (o bares, que estamos en España), modestos paraísos de ciclistas y montañeros. Hoy vamos al de Alcudia de Veo (¡no perderse el Espadán, carajillo quemado con miel de la sierra!) Antes pasamos por Veo. Una amiga comenta: “Yo no sé con cuál quedarme: Veo, Alcudia de Veo, Eslida...” En Benitandús no todo el mundo estaría dispuesto a vivir; no hay tienda ni bar (de momento),y son apenas tres o cuatro vecinos probablemente de temporada. En Veo tampoco hay servicios, aunque siempre ha permanecido habitado, tiene unas vistas preciosas sobre el valle. Alcudia de Veo es algo más grande y ya puede uno aprovisionarse... Juego yo también a elegir, como mi compañera, a quedarnos un poco allí esta noche, aunque el conductor enfila ya hacia la capital.
     Quizá ése, el de habitar un pequeño pueblo al pie de la Montaña, combinando deporte y viajes con una cotidianeidad apacible y sencilla, fue un sueño que compartí durante un tiempo con otra persona, que quedó atrás con una época de mi Vida, con unas circunstancias... Quizá ése sea uno de los pocos sueños que no se me cumplan: iba en un tren del que me apeé. O tal vez esa ilusión viene conmigo desde mucho antes y sobrevivirá a las circunstancias; si es así, lucharé por ella como hice por todas, entonces lo más seguro es que se haga realidad. No era un mal proyecto y para las personas afines no soy mala compañía. No sé... ¡He vivido historias que nada tuvieron que ver conmigo! Ahora toca dejar hablar al corazón en noches como ésta.

Fotos: enlace de Misjueves cuando las suba El Pastor.

EL SÁBADO LA PEÑA hace una ruta por la otra vertiente de la Sierra de Espadán. Me hace más ilusión si cabe porque visitaremos el Mas de Matuta, una masía en medio de la sierra, sin agua corriente y sin luz, que durante unos años perteneció a la familia de un amigo. Allí pasé parte de mis primeras Navidades como docente, jugando al fútbol, al escondite y a todo lo que se nos ocurrió. El último día del año anduvimos hasta el pico de La Rápita. Dos semanas después conocí el Grupo de Senderismo El Botánico -¡a veces doblar la esquina menos pensada nos marca la Vida!-.





     Al cabo de ocho años volví a buscar la masía en bicicleta, un jueves que tenía las rodillas magulladas por una caída y no podía correr. No la encontré. Le había contado la anécdota a mi pareja, que ese día corría por allí con el grupo. Localizamos el topónimo en un mapa de museo que había colgado en la habitación del chalet y volvimos a explorar con éxito desde Sot de Ferrer, en una ruta que titulé “Riberas del Palancia”; la repetí con dos de las amigas que compartieron aquellas primeras vacaciones tan largas, las mismas que me acompañaban el jueves.


     El Mas de Matuta estaba en obras la última vez que lo vimos; estuvimos un buen rato cotilleando, dando rienda suelta a la emoción. Parecía que lo estaban transformando en varios mini-apartamentos; había también caballos en los bancales de alrededor y una pajarera.

     Hoy salimos desde Geldo (entre Sot y Segorbe) Ha estado tronando toda la noche y al amanecer todavía diluvia. No obstante, no dudo a la hora de levantarme. ¡Cuánto he añorado la fuerza de la ilusión! Hace unos meses necesitaba que me tirasen de las trenzas para casi todo, y el pobre Perdido no llegaba a tanto. Afortunadamente, siempre se acaba oyendo alguna voz, viendo una lucecita, aunque sea muy lejos, una mano tendida que uno consigue coger y se levanta, se echa a andar de nuevo, muy despacito.
     Sería larguísimo -¡cuántos tesoros!- contar las veces, las sensaciones, las anécdotas, las compañías, que quedaron ligadas a cada uno de los lugares maravillosos que recorreremos hoy: Seis maratones de Espadán, excursiones en grupo, salidas en pareja desde Sot, etapas en solitario... Geldo, Castellnovo, La Vall de Almonacid, Navajas, Segorbe; los campos de caquis, de olivos, de almendros, alcornoques...; el Mas de Matuta, el castillo de La Vall, el Embalse del Regajo, el Salto de la Novia; la silueta del Pico de Espadán, la Rápita, la Sierra Madre Calderona de frente al regreso...
     Todavía descubro nuevos caminos; me aguardan nuevas sonrisas, conversaciones, compañías. Hoy viene invitado Raúl; tampoco ha dudado en levantarse. A la hora del almuerzo el día es ya radiante; todos nos sentimos satisfechos de no habernos dejado amedrentar por el aguacero; ¡qué mejor celebración que ver aparecer el cafenet de Isaac en el patio del Castillo de la Vall!
     Habrá misterios que nunca lograré desentrañar, goces sublimes que me estarán vedados, fortunas incalculables que nunca poseeré. ¡Pero no, la Vida, mi Vida, no puede ser lo mismo sin esto!
Fotos y trak BTT Moncada

miércoles, 21 de septiembre de 2011

MISJUEVES Y MIS JUEVES: Por fin un track aprovechable: Olocau Básica (Jueves 8-9-2011)

Aconsejable para un día que se tenga prisa o resaca o pocas ganas de pasar frío o calor. A mí me viene estupendamente cuando no puedo salir los jueves por la tarde con el grupo, o como ahora para ir PA (progresa adecuadamente) en mi PIP (Programa de Incorporación Progresiva)
La ruta que llamo “Olocau Básica” tiene 11,3 km con 525m de ascenso acumulado (según mi GPS) Hoy el tiempo en movimiento ha sido 1h40', aunque el año pasado la corría en un tiempo total de 1h30'. Sobre este itinerario pueden hacerse ampliaciones al gusto, que iré apuntado en la descripción, aunque no las desarrollaré.
A mejorar:
1.- Las fotos que incorporo no son de hoy (no puedo parar tanto que llego tarde al trabajo)
2.- Al cargar el track en Wikiloc no reconoce los waypoints que he marcado (¡Aaaagggg, lo intento hasta que estoy a punto de tirar el ordenador por el balcón!) Quien esté interesado puede pedirme el archivo.
3.- Tiene demasiada pista para los que estamos acostumbrados a recorrer la Montaña a pie, por eso mismo resulta todavía más apropiada para un día que se precise un retorno rápido o se quiera rodar distendido.


Punto de partida: Olocau (Valencia), explanada del parque de L'Arquet.

Rutómetro:

Km O: Salimos de Olocau por la pista ascendente señalizada como PRV 8.
Km 0,60 (Waypoint Font del Frare): Pasamos junto a la Font del Frare, seguimos ascendiendo.

Font del Frare (Foto de BTT Moncada)

Km 1,5 (W Cruce Chalet): Cruce de 4 caminos. Seguimos de frente señalizado “Tristany, Camí de la Mina”. Desde este punto, en el regreso, podríamos hacer una ampliación de 30' yendo a buscar el Barranc de la Cullera y bajando por él a Olocau (Ver próximas reseñas)
Km 1,8 (W Barranc del Llop): Dejamos a nuestra derecha una senda (Barranc del Llop) Si la siguiéramos, iríamos a parar a las inmediaciones de la Font de la Gota.
Km 2,5 (W Camí Sentig): Abandonamos el PR que sigue por la pista de la izquierda (regresaremos por él) y seguimos de frente en dirección a la Font del Sentig.
Km 2,6 (W Font Sentig): Senda a la derecha que baja a la Font del Sentig. Visita aconsejable a un lugar de una belleza y una tranquilidad sorprendente. Es propiedad privada, pero no encontramos cadenas ni cartel que lo señalice; el dueño -me han contado- se conforma con que lo dejemos limpio, como lo hemos encontrado. Seguimos corriendo por la pista.




Km 3,7 (W Panel Caza): Giramos a la derecha, por un camino ascendente en cuya entrada hay una señal de coto de caza blanca y negra.
Km 4 (W Pino Escoba): Nos desviamos a la derecha. A los pocos metros, entre la pinada distinguimos un ejemplar con una gran escoba de bruja. Sobrepasamos una cadena. El camino acaba en un campo donde hay una caseta.
Km 4,3 (W caseta): Por detrás de la caseta sale una senda poco evidente. Por ella hemos de remontar, campo a través, hasta encontrar otra senda que discurre paralela a este campo. Los barrancos que llevamos a ambos lados nos marcarán los límites de los que no podemos salirnos. El track en este corto tramo es una simple indicación de por donde he subido hoy, aunque no evitará el encontronazo con alguna que otra aliaga.
Km 4,7  (W Senda 1) : Encontramos una senda, que seguimos a la izquierda. Pasamos junto a un corral en ruinas y un par de tramos en ascenso bastante destrozados por las roderas.
Km 5,8 (W Senda 2): La senda por la que venimos desemboca en otra, que forma parte del PR que abandonamos. Si siguiéramos a la derecha, iríamos a parar a la Masía de Tristán (otra ampliación para futuros tracks) Hoy me he jurado y perjurado que sólo haré la básica, así que tomamos a la izquierda.
Km 6,1 (W Senda 3): Cruce de caminos. La senda de la derecha lleva hacia el Gorgo. Seguiremos por la de la izquierda, siguiendo el PR; antes nos desviamos unos 10' para llegar campo a través hasta la repisa de
Km 6,4 (W El Topero): El Topero (666m), al que hace años puse el epíteto de “un lugar donde es imposible no saber lo que uno quiere”. No me haría falta ir: hoy lo sé perfectamente, pero quiero volver a contemplar la postal de Hoya y el Castillo del Real desde esta elevación. Hace 7 años, después de la primera lesión, entrené los porteos viniendo a dormir aquí; a la mañana siguiente desayunaba y me aseaba en la Fuente del Sentig antes de bajar al instituto. “Lo bueno que tenemos nosotros -cité a uno de mis amigos del alma- es que aun cuando no sabemos lo que queremos, tenemos clarísimo lo que no queremos”.

Km 6,6: Tras el breve recreo y unos cuantos arañazos, hemos vuelto al PR. Si venimos de El Topero, la senda queda ahora a nuestra derecha.
Km 7,2 (W Desvío Sentig): Descartamos entrada ascendente a senda a la izquierda (nos llevaría al camino del Sentig y volveríamos a pasar junto a la fuente) Seguimos bajando por el PR.
Km 7,6 (W Aljibe pista): Llegamos a un algibe junto a una pista. Por la derecha iríamos al poblado de Hoya; la tomamos a la izquierda.
Km 8,6 (W Camí Sentig): cruce. Por este punto ya hemos pasado a la ida. Giramos a la derecha. Podríamos bajar a Olocau siguiendo el trazado por donde vinimos; no obstante, incluyo una ligera variación.
Km 10,5 (W Senda Frare): en la curva a la derecha, inmediatamente antes de llegar a la Font del Frare, nace una senda que continúa recto, entre la pinada de la ladera. Nos internamos en ella.
Km 11,1 (W Desvío cueva): la senda pasa junto a la parte alta de Olocau. Bajamos a la calle asfaltada (Km 11,2) y la tomamos a la derecha para llegar a L'Arquet. Si siguiéramos la senda por donde venimos, volveríamos a ascender y llegaríamos a la Cova del Cavall, elevada sobre el pueblo. Otra ampliación corta y en llano, sería tomar la calle asfaltada a la izquierda y correr hasta la Fuente de la Salud.
Km 11,3: ¡el coche: circular perfecta! Estiramientos, ducha en la fuente de turno y a trabajar relajados. Si se viene con más calma, es recomendable visitar el horno y la carnicería, y reponer ánimos en cualquiera de los bares del pueblo.

Después de tantos meses sin practicar, espero que me haya salido una reseña aprovechable, lo suficientemente clara para que nadie se pierda. Lo de “subir rutas” a la red tendré que seguir entrenándolo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

OTOÑOS. La vuelta al cole (Segorbe 18-9-2011)

"Curso nuevo, Vida antigua"

     Hace semanas que preparo mis bolígrafos y carpetas para empezar el nuevo curso. Recuerdo cuando mi compañero de trabajo llamaba al timbre, de regreso de la papelería, subía a enseñarme su nuevo material escolar, quedábamos para ir a la primera bicifestación de la temporada. Entonces yo recuperaba esa ilusión infantil de oler a página en blanco, a lápiz recién afilado, a goma de borrar de nata, y bajaba a adquirir algún caprichito para mi bien surtido estuche. Ahora llevo uno comprado en Ecuador, con bolis de Moshi, Quito, Oviedo, Montesinho... Son bolígrafos normales a los que les pongo un papelito con el lugar de procedencia; al repasarlos en el aula o en una reunión, el pensamiento vuela lejos y me relajo.
    
     Fue por estas fechas cuando mi ex-pareja se mudó al Ático, el otoño que estrené plaza definitiva en mi actual instituto. Nos vestimos de punto en blanco y fuimos a celebrar la nueva Vida a la taberna de la esquina. Recuerdo que a mediodía, al tropezar con las primeras rotondas de la ciudad, me deleitaba pensando en la tarde de impresiones compartidas, besos, abrazos, escritorio, proyectos, cotidianeidad... (¿Sentirían ese cosquilleo mis compañeros desde hacía años?) El día de los horarios abríamos presurosos nuestras carpetas para compararlos (¡no podía competir con los privilegios de su experiencia!) Recuerdo que pasé un fin de semana entero preparando en el chalet la presentación de mi primera tutoría de 2º de Bachillerato. ¡Debió de reírse en su fuero interno de mi torbellino de preguntas! Ahora llevo tantos años y con tanto placer impartiendo ese nivel que ni siquiera necesito guión.

     Otoños hubo para ahogarse en la melancolía, preguntándome si nunca volvería a ver un atardecer de domingo en la Montaña, charlando con la gente con quien compartía una excursión; si pasaría el resto de mi Vida y moriría con esa "soledad en compañía" que hace de mi corazón un colador, de mis ojos un manantial y de mi voluntad un desierto. Nunca he conseguido librarme de ella, así que ya no sé si va con ellos o viene conmigo; aunque cuando estoy con mis amigos no la siento ni me asaltan esas ganas de llorar cuando estoy sola del todo.

     Los otoños que siguieron a la separación disfruté llenando mi agenda de eventos en verde (el color de las salidas a la Montaña): carreras, excursiones, viajes en bici... Retomar los hábitos de la soltería no fue tan duro como temía, pasito a pasito los deberes estuvieron terminados.

     Ante el incierto y modesto inicio de este curso escolar (¡ni siquiera me he comprado material nuevo!), cualquiera diría que la Ley de Murphy se ensañó con mi Vida. Afronté decisiones difíciles y lo único que conseguí fue salir de Guatemala para meterme en Guatepeor. Sin embargo, en cuanto llevo dadas dos vueltas de pedal, me resulta imposible irme por el lado oscuro del pensamiento.

     Cuando mis amigos bajan del coche sonriendo, dispuestos a correr por la Serra de les Agulles a las cuatro de una tarde tórrida, con las aliagas pinchándonos hasta los sobacos...

     Cuando después de diez años todavía descubro al amanecer una imagen desconocida de mi Sierra Madre (Portaceli desde el mirador de Valoria)...

     Cuando destapo la cerveza del sábado por la noche en casa de un amigo ("No, no, hoy seguro que no llego a cenar", me quejo a mediodía al volver a casa rebentada)...

     Cuando bajamos con los últimos destellos de sol a encontrarnos en los jardines con la manada (¡Jondalar tiene perra! ¡Y hay una perra que se llama Ayla y otra Wi-Fi! ¡Hay decenas de perros! Perdido ya dice guau, y yo podría al menos decir miau, bueno, ya voy musitando algún hola)...

     Entonces me digo que es imposible que este otoño, que empieza lento y sencillo, cálido y entrañable, no haya de conducir a un acogedor invierno, a una primavera nueva, a un verano donde todo haya quedado muy lejos...
     
     He terminado los deberes de la asignatura que me quedó pendiente (tuve dudas, pues nunca había suspendido para septiembre) El inventario está sobre la mesa, casi listo para firmar. Es sucinto: estas caídas en picado no dejan títere con cabeza, sólo se salva lo verdadero, lo consistente, incluso sale fortalecido.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

MIS JUEVES Y MISJUEVES: (III) La cruz de Alcoy (Jueves 25/08/2011)

                Ha llegado el momento de subir a La Cruz, aunque no las tengo todas conmigo: ayer me dolía la rodilla, después de la salida en bici del martes. Procuro no pensarlo demasiado y disfrutar de los preparativos, de volver a levantarme al amanecer para irme de excursión.
          Entre unas cosas y otras, son casi las 10 cuando me dispongo a empezar la ruta, ya hace un calor sofocante. Lo tolero bien y nunca he suspendido una salida por ello, pero ya de por sí pone las pulsaciones por las nubes (con el consiguiente consumo de glucógeno y generación de ácido láctico) y eso ahora a mi musculatura no le conviene. Procuro no pensar en esto tampoco; no me cuesta mucho conseguirlo: es asombroso lo poco que tarda en ordenarse el universo cuando empiezo una actividad en la Montaña.
          Aparco en el mismo sitio que hace dos semanas. Hago el tramo de asfalto caminando (unos 250 m) para calentar; paso frente a la Cantina del Preventorio pensando que es un sitio ideal para terminar algún jueves tomando una cerveza, quizá hoy si no fuera porque después de correr todavía me quedará por delante un intenso día. Sobrepasada, tomamos a la derecha siguiendo marcas de PR, SL y paneles metálicos (de esos del pajarito con una flecha):

          La senda pasa junto a un área recreativa (L'Horteta) sombreada, con agua. La pendiente me hace prolongar el calentamiento y retrasar el momento de empezar a correr. Al llegar a la parte alta del área, atravesamos un puente de madera a la derecha. A los diez minutos paro a estirar, aprovechando las vistas de la ciudad y del Preventorio que se dejan entrever entre los árboles.
          Siguiendo el sendero balizado, que asciende en zig-zag, llego al mirador en poco más de un cuarto de hora, son apenas 1,6 km con 150 m de desnivel lineal. Visito la Ermita de San Cristóbal y le pido a un lugareño que me haga una foto apoyada en la cruz, emulando la que tengo en el Aneto. Subí por última vez aquí hace 29 años; nunca se me ocurrió que volvería a hacerlo ¡corriendo! Bueno, las rampas con más pendiente las he andado por ahorrárselas a mi glúteo, aunque voy tanteando y parece que todavía queda algo de mi vigente título en Kilómetro Vertical. ¡Me encanta subir! No es masoquismo, es la sensación de estar inhalando el mundo en cada inspiración, de palpar las paredes de tu cuerpo.

          Queda todo el entrenamiento por delante. En el campamento de mi infancia pudimos haber hecho la subida por donde he venido, saliendo primero a la carretera para llegar hasta el Preventorio; pero no me suena que fuera por allí ni que hubiese tanta pendiente, creo que por la parte trasera de la casa nos metíamos directamente en la Montaña. Decido bajar en la dirección de mis recuerdos, ¡aunque parece imposible que se me haya quedado grabado un camino que recorrí a los 13 años, no tenía ni idea de orientación! Retrocedo unos metros hasta el poste que indica “Buitrera 40'”. En lugar de seguir por donde indica, giro a la izquierda, hasta el poste metálico del pajarito; de nuevo a la izquierda, desciendo aproximadamente la mitad del desnivel siguiendo marcas de SL. Encuentro una bifurcación en Y; la senda de la derecha parece dirigirse en dirección a la casa de colonias. Lo tomo, abandonando el sendero balizado, hasta llegar a la pinada de atrás, donde cada grupo buscaba y decoraba su “rincón”, el lugar de reuniones, juegos, confidencias... Efectivamente, hay una puerta trasera en el cercado, que debía de ser por donde salíamos de caminata. Veo desde otra perspectiva la mesa de piedra, las duchas exteriores, las ventanas de las habitaciones... Hoy no me atrevo a colarme.


          Desde esta parte de la casa hasta la cruz hay apenas dos kilómetros sin pendientes pronunciadas. Sin embargo, la mayoría de mis compañeros de campamento temía el día señalado para la caminata. Mis dos amigas íntimas, casualmente, todos años se veían aquejadas de dolores menstruales; pero a mí, infantil todavía, ni me había bajado la regla ni me importaba subir a la cruz, jugando -como observo a los niños que a veces nos acompañan en el grupo de senderismo- se me debía de hacer más llevadero que a ellas, aunque tampoco recuerdo que la Montaña tuviera ninguna connotación especial para mí.
          Me he entretenido buscando los caminos del recuerdo, haciendo fotos, la temperatura va subiendo, tengo que empezar a correr en serio. Para rentabilizar los entrenamientos no hay nada como las rutas conocidas, en las que voy pendiente de la ejecución del ejercicio, el tiempo, la intensidad... No es todavía el momento de trabajar así, lo sé. Por otra parte, la motivación para mí juega un importante papel, y una de las cosas que más me motivan es descubrir nuevos caminos, dejar vagar la imaginación y el sentido de la orientación hasta trazar una circular perfecta, un día espléndido. Ahora eso me distrae tanto como la compañía y dejo por un par de horas de pensar en lo que me va a doler mañana, de temer la posibilidad de volver a quedarme sin poder salir.
          Corro en dirección al Preventorio, todavía tengo mucho tiempo (me he dado dos horas de movimiento efectivo). Reaparecen marcas de PR que bajan a la carretera. Ya cerca de ella, la senda se bifurca, tomo a la izquierda en ligero ascenso, pensando que quizá esa opción me devuelva al coche sin tocar asfalto. Paso por encima de las piscinas, llaneando. Pero en lugar de ir al Preventorio, la senda empieza a ascender de nuevo hacia la cruz, je, je, he tardado tanto en volver que mi sueño se hará realidad dos veces. Llego a la parte superior del área recreativa L'Horteta, por el lado opuesto al que pasé a primera hora. En lugar de subir por el itinerario marcado, decido investigar otro: sin atravesar la zona de mesas, tomo la senda que sale a la izquierda, hay varias opciones y la que sigo no es siempre evidente, voy ascendiendo en la dirección que quiero. Paso junto a un abrigo.
          En esta ocasión el último tramo de acceso a la cruz es más empinado, por una senda que se pierde entre las rocas. Me sale instintivamente el gesto de ayudarme apoyando las manos sobre los cuádriceps, por unos metros pienso que estoy subiendo un kilómetro vertical, me siento fuerte, no quisiera despertar...
          Alcanzo la cruz por segunda vez. Queda tiempo. Seguiré ahora el PR que va hacia la Buitrera. Tras un ligero descenso, empieza a subir hacia el puntal que vemos delante, por una cornisa sobre el Barranc del Cinc o del Cint (incluso Zinc, según la fuente) La idea es encontrar una senda que baje a la derecha y regresar por dentro del barranco a la carretera del Preventorio, a 900 m de donde tengo aparado el coche. Corono oteando las espléndidas vistas del Montcabrer al frente, el Benicadell y las sierras alicantinas a la derecha, abajo els masos de la zona. El camino que busco existe, aunque el enlace parece estar demasiado lejos para hoy. No tentemos a la suerte: decido bajar al coche, ducharme en la fuente y pasarme por bicis Sanegre a marear un rato a Nacho.
          Corro por tercera vez en dirección a la cruz.

          Inicio la bajada por el SL de la primera subida. Al llegar a una bifurcación, abandono este itinerario para correr por una senda evidente que sale a la izquierda, que podría ser (y luego compruebo que es) un enlace con el inicio del Barranc del Cinc. En lugar de llegar hasta el mismo, tuerzo a la derecha en dirección al coche, para evitar tener que pasar sin luz el túnel de la carretera. La senda sale junto a una antena y un panel de madera que indica “Barranc del Cint”.

          Desde aquí al coche hay apenas un centenar de metros. Para redondear el tiempo e ir bajando pulsaciones, vuelvo a pasar frente a la cantina, llego a la Bassa de Mariola, donde hay un panel que señaliza la bajada a Alcoy (otro día vendré desde abajo)

PROCESADOR DE TRAYECTO: 9,16 Km; 516 m ascenso acumulado; 1h 46'. El track es un trazado de bucles tan inexplicable que ni siquiera el Principito podría adivinar si se trata de un track o de una boa constrictor que se ha tragado un elefante. (¿Alguien sabe si se pueden adjuntar tracks en las entradas del blog?)
          Regreso andando hacia la fuente. Junto a ella se ha sentado a descansar un chico moreno con el pelo largo, un tatuaje en el brazo, pantalón de Montaña, torso descamisado... Son las doce y media, hace un bochorno sofocante. “Tira, tira p'al coche -me digo- y nada de ducha". Pero no puedo marcharme sin hacer los estiramientos. Saco la esterilla, me tumbo mirando al valle. El chico se levanta a mitad de sesión, se despide. Debo de haber interrumpido su intimidad, es que no he podido evitar mirar varias veces. Al menos yo no silbo ni grito, como desde los coches y las motos que pasan, ¡y eso que sólo estoy estirando! Cuando termino, la zona ha vuelto a quedarse tranquila; coloco la bolsa de deporte junto a la fuente y procedo a una limpieza corporal tan escrupulosa como el sitio permite, me quito con deleite el barro de las piernas -¡cuánto tiempo!-, descubro algún rasguño nuevo, me mojo el pelo, lo desenredo, me pongo crema...
          Al bajar paro en la cuneta para fotografiar los paneles que hay en la entrada del barranco, mientras me como una empanadilla.

          Paso por la tienda de bicis. Cotilleo el Centro Comercial Alzamora, carente de interés. Me tomo un capuchino en la Avenida, cerca de Fisiojreig. Poco a poco he ido visitando los lugares que me llamaron la atención las primeras veces, entreteniéndome en las cosas que pensé que haría cuando no tenía ánimos ni para disfrutar de un café.
          Jordi dice que tengo que empezar a salir con la gente, a hacer lo que haga el grupo, e irme olvidando de la pierna. Si todo va bien, volveré a Alcoy cada tres o cuatro semanas para continuar con el mantenimiento preventivo, es decir, lo que tendría que haber hecho todos estos años. No quiero emocionarme, no quiero celebrarlo; sé que todavía habrá momentos difíciles, molestias, retrocesos, muchos entrenamientos en solitario... No puedo creer que sea hoy el día esperado. Al principio cualquier plazo te parece larguísimo, insuperable; luego te abandonas a la rutinaria desmotivación de pensar siempre en “el día de mañana”, te resignas a no pensar que tus sueños se cumplen hoy, cada día que te levantas. Me aplico la frase con la que tantas veces he intentado animar a mis amigos y alumnos: “Con ganas y dedicación casi todos los sueños se hacen realidad”. ¿Por qué no iba a ser hoy?
           De regreso a Valencia, continúo haciendo cicloturismo, en su nueva acepción de viajar visitando tiendas de bicicletas. Me doy cuenta de que he perdido uno de los pendientes de Santiago; pero ya no lo tomo como signo de mal agüero, sino como presagio de que terminaré otro Camino para volver a comprarlos.
          Celebro la jornada con un modesto huevo frito y una Voll-Damm, sin euforia. Me voy a la cama a dormirme leyendo plácidamente.  Será un tiempo bonito; son tiempos difíciles, en los que hay que tirar mucho de la fuerza mental (y yo la tenía muy tocada) Para salir a entrenar hay que vencer el miedo a la recaída, los dolores, las limitaciones (que te impiden aceptar la mayoría de propuestas que recibes), la moderación (que no casa con mi carácter)... Quiero confiar en que Jordi no se equivoque; quiero confiar en mí.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

MIS JUEVES Y MISJUEVES: (II) Meditaciones en torno al Garbí (Jueves 18/8/2011)

Elige lo que te abre: a los otros, a nuevas experiencias, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y lo que te entierra. ¡Suerte!” (Fernando Savater, Ética para amador)

          En Portugal, después de seis meses, había probado a correr por Montaña, motivada y protegida por la belleza del entorno. El Parque Natural de Montesinhos fue como haber entrado en un cuento, al que no habían podido seguirme las pesadillas que me atormentaron durante el invierno. Era consciente de que un sentimiento así entraña el riesgo de sentirse invulnerable y no saber parar a tiempo. Al volver busqué lo mismo en mis amigos: aliciente y cobijo. En la Naturaleza no me molestó estar sola y disfruté de mí mísma como tantas veces; sin embargo, deseaba regresar a la manada.
          Decidí recuperar la rutina de Misjueves, aunque tuviera que ir la última y no completara la ruta. Quedamos en el área recreativa El Murtal (carretera de Estivella al Garbí) más tarde de lo habitual, a las seis. El “equipo”, como la vida en la capital, acusó el mes de agosto; sólo acudimos cinco, extraordinariamente aplastante mayoría de mujeres: nuestro “pastor” y cuatro chicas. “Ahora entenderán que estés tan motivado para correr”, bromeamos.
          Empezamos a correr por el SL en dirección a la canal del Garbí. Cada vez que pasamos por allí surge el comentario del jueves que encontraron el muerto (extraordinariamente yo no iba) Pensé en la última vez que subí por las cadenas, en el GR10Extrem, al amanecer. El voluntario de la organización que guiaba a los participantes desde arriba gritó: “¡Marian y Pilar: las chicas de Misjueves!”. Somos la única pareja femenina que ha participado en la prueba, y no nos salió nada mal. ¡Fue un día precioso!, que durante estos meses he intentado olvidar, para no culparme más por ello, para no saber cuánto lo echaba de menos. A veces reconozco puntos de las carreras donde gente a la que ni siquiera conocía me animaba por mi nombre. A veces oigo en la radio las canciones que solían poner en meta. ¡Era bonito! Por primera vez soy capaz de escuchar a mis compañeros hablar de viajes, ascensiones, pruebas, en las que no puedo participar. Me alegro por ellos, sinceramente. Je, je, la ventaja que tengo es que ya he ido a la mayor parte de los sitios. Pienso en mi ruta, en que estoy aquí después de seis meses, en mañana.
GR10Xtrem, Canal del Garbí
          Les dejo pasar y me quedo la última; no me cuesta demasiado seguirles. ¡Ya es! Lo hago hasta el principio de la trepada. Van a bajar por La Frontera y desde allí coger el barranco balizado que sale a la derecha. Volveré a los coches y les saldré al encuentro, así no les retraso; no quiero correr todavía las pendientes pronunciadas, precisamente lo que tengo tocado son los músculos que traccionan en la subida. ¡Estaba tan pagada de poder subir una Montaña corriendo!
          Veo atardecer haciendo deporte en la Montaña. ¡Cómo me llenan esos momentos! A pesar del intenso esfuerzo, todo está en paz dentro de mí; afuera, el mundo está bellísimo y en orden; quizá somos otra vez una misma cosa. Ni siquiera lamento no poder entrenar como los demás -¡es un pensamiento excepcional que no sé cuánto va a durarme!-. En caliente no me duele nada; me olvido por primera vez de la pierna. Disfruto corriendo a mi ritmo, ya no tengo podiums que ganar. Me siento liberada de mi propio cuerpo y al mismo tiempo bien dentro de él. Ni una máquina de hacer deporte ni “casi un objeto”: no soy mi pelo ni mi pecho ni siquiera las piernas fuertes de las que me enorgullecí. ¿Cuántos años hacía que no me sentía así? No justifico nada de lo que me ha pasado durante esta larga mala racha (no justifico ningún tipo de sufrimiento), pero quizá era éste el descanso que necesitaba. Era en los Amigos donde había de encontrarlo, no negaré que lo sabía; no acabo de entender por qué me empeñé en otras cosas, je, je.
          Haré todo lo posible por recuperarme completamente -¡me encanta estar fuerte!-; también volveré a gozar otros placeres. Pero ahora me recreo en este pensamiento inesperado. Sentirse deseada fuera de la cama debe de ser algo así. ¡Ay que ver qué cosas se le ocurren a una en la Montaña! Quizá por eso algunos no ven con buenos ojos que las mujeres hagan tanto deporte.
          Sin llegar a la explanada donde hemos dejado los coches, sigo el PR en dirección contraria a la que empezamos. Atravieso los chalets y asciendo por una pista pedregosa. Me sorprende poder correr cuesta arriba; decido alternar la carrera con el paso rápido, corto para que no se resienta el psoas, que sospecho que todavía me va a incordiar un tiempo. Llego a una bifurcación. El PR continúa por la pista; a la derecha sale una senda marcada como SL. Dudo y cojo esta última, me suena. Efectivamente, reconozco el trazado, pero no es por ahí por donde debo seguir para reencontrarme con el grupo.
          Estoy corriendo un tramo de la Marxa al Garbí, una media maratón solidaria no competitiva en la que he participado varias veces: la primera de ellas como senderista, con mi ex-pareja y Perdido, aprovisionados para pasar el día; luego la corrimos, excepcionalmente juntos de principio a fin. Hace dos años, en solitario, fue la primera carrera que gané en absoluta femenina ¡No es competitiva, pero la gente mete caña! Muchos aprovechábamos para tomar contacto con la nueva temporada. No hay podiums ni se publican clasificaciones; no fueron necesarios para no olvidar lo que sentí al coronar el pico oyendo anunciar a la organización: “¡La primera mujer!”. Paladeé el momento, convencida de que perdería la posición en la bajada por dentro del barranco (los descensos técnicos no son precisamente mi especialidad) ¡La primera, la primerita de todas! Me aferré a ese sentimiento y me dejé llevar sin pensar en los traspiés; disfruté el placer de entregarme en cuerpo y alma; corrí ligera hasta la meta.
          Algunos recuerdos adquieren una significación diferente dependiendo del momento en que los evoquemos; pero aquella bajada del Garbí la viví idéntica a como la evoco este jueves mientras vuelvo a correr por estos senderos, en circunstancias tan distintas. Releo la “crónica” en mis libretas.
Me sorprendió el crono. De la clasificación, lo más sorprendente era pensar que sí, esta vez sí, a esto sí tengo pleno derecho, sin “sucedáneos” ni “cosas a medias” ni ambigüedades ni impedimentos. La primera, sin más. La Montaña es así de inmensa y generosa conmigo ¡El mejor amante! ¡El mejor amado! En la bajada por el barranco frondoso deseé que la carrera no acabara -a pesar de lo mal que bajo-, quedarme allí para siempre, conservando la certeza, la seguridad, la autoestima, que encuentro cada vez que salgo al Monte” (27 septiembre 09, libreta 39) “Tengo la irracional sensación de que la Montaña sí me tendió esa mano, la de andar juntas por la Vida” (enero 2010, libreta 40)


          Algunas carreras las corrí como Ayla, “con la esperanza, en cierto modo, de que si corría lo bastante aprisa, podría dejar atrás toda la pena y toda su soledad” (J.M. Auel, El valle de los caballos). A casi todos los podiums llegué de pura euforia, como la temporada pasada, antes de la lesión. Algún día correré por Amor; todavía no he participado en mis mejores carreras. ¡Hay tantos sentimientos que deseo recuperar (algunos sólo los imagino, pero estoy segura de que existen); y otros que quisiera haber dejado atrás para siempre, porque no me hacían bien! Si sé cuidarme, podré volver a hacer deporte libremente, y tal vez encuentre “un abrazo como una Montaña”, más o menos así:


          Las asociaciones emocionales me permitieron rectificar mi error de orientación: por el SL bajaría a Estivella. Retrocedí hasta la pista marcada como PR y seguí ascendiendo la pendiente pedregosa, reconociendo lugares: el llaneo tras culminarla, el punto donde siempre hacemos el último reagrupamiento; en el sentido que llevo yo, sigue otra ligera subida, antes de bajar al barranco que remonta hacia La Frontera. Lo inicio, cuestionándome si no habré corrido ya demasiado para ser mi primer Misjueves. En ese momento oigo voces, ¡menos mal, el clan me salva del exceso! Doy la vuelta para terminar la salida integrada en el grupo.
          Llegamos a los coches todavía de día. En un par de meses acabaré con el frontal, aterida de frío, deseando volver a casa para meterme en la bañera y cenar mi hamburguesa completa. Pero a mediados de agosto se está estupendamente en los pueblos de Montaña; no hay prisa: mañana no se trabaja. Nos “duchamos” en la fuente del área donde hemos aparcado. Nos cambiamos de ropa y bajamos a Gilet, en busca del bar donde una de las corredoras y yo acabamos tomando cerveza el martes después de una ardua jornada de “cicloturismo”, en su nueva acepción de “viajar visitando tiendas de bicicletas”. Está cerrado. Acabamos haciendo “botellón” en un parque con vistas a la Calderona. Le pedimos a un padre de familia que nos haga una foto, que el día que caiga en mis manos les anuncio que voy a titular “Así entrena el campeón de España”.
          Charlamos y reímos hasta que la tertulia se disuelve. Dos de mis amigas se van a continuarla con un cola-cao a casa de una de ellas. Me invitan a quedarme a dormir. Si no fuera porque tengo perro, gustosamente recuperaría esta diversión que no pude disfrutar en la adolescencia... Me retiro satisfecha, contenta. Este mes de agosto he recuperado la costumbre de encontrarse con los amigos para merendar, tomar una cerveza, ir de tiendas (de bicicletas), cenar en casa de unos u otros, salir a hacer un poco de deporte... ¡Nunca he bebido tanta cerveza como los veranos de lesión! Reconozco que el próximo espero pasarlo en lugares donde ni siquiera lleguen las latas (¡que ya es difícil!); pero este distendido fin de vacaciones me está sentando estupendamente.
          Llegará el invierno y con él -por mucho que nos propongamos que no, este curso no- el estrés y la melancolía de los días cortos. Poco a poco iré aumentando el volumen de mis salidas y la Montaña se llevará de nuevo gran parte de mi Vida; renunciaré sin remordimientos a otros intereses y otros placeres, pero espero mantener vivo este hábito, este tesoro, no volver a alejarme tanto de mis Amigos. A su lado voy recordando quién soy, el valor de mi Vida. Con una sonrisa, con una ironía sutil, nunca permitirían que me la arruinara.
          Habéis sido como un pasamanos al que me he ido anclando a tientas para atravesar un verano que se anunciaba escabroso, hasta que he sido capaz de soltarme y caminar sobre la cornisa. Fue difícil hacerme bajar la escalera, motivarme para emprender el primer viaje, que rebrotara la ilusión...
- Lo has hecho tú, has salido tú, has vuelto cuando has querido, eres la persona más fuerte que conozco -me dirá una amiga, compartiendo la ensalada de la cena en un típico caserón de la huerta valenciana que han dejado a su cuidado. “Uno tiene que estar muy mal para no coger el teléfono a los amigos y tardar meses en contestar los mensajes” -comprendió sin mediar palabra cuando nos reencotramos a principios de verano.
- Esta vez creí que no lo pasaba. He vuelto porque sabía que estaríais ahí... y porque puedo hacer deporte. ¡Me da miedo la dependencia que tengo de la Montaña!
- Quizá demasiada -se atreve a comentar.

Sintió un vacío tan grande que no creyó poder soportarlo. Comprendió lo frágil que era el mundo que había edificado a su alrededor en el valle, lo efímera que había sido su felicidad, lo precario de su existencia. Se volvió y echó a correr hacia el valle. Corrió hasta que la respiración le desgarró la garganta, hasta que el costado le dolió como si le hubieran asestado una puñalada”. (J.M. Auel, El valle de los caballos)

Por eso, lo que quiero respirar ahora para salvarme es la dignidad humana” -copié en mi libreta a finales de agosto de 2003, cuando mi ex-pareja, que entonces era mi amante, se marchó imprevisiblemente de casa durante la primera lesión. (José Luis Sampedro, La vieja sirena) Volví a copiarla este año. La aspiro profundamente en presencia de mis Amigos.
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