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miércoles, 19 de octubre de 2011

LOS LIBROS DE MI CABECERA (II): Sampedro, Saramago y otros proyectos


La Senda del Drago”, José Luis Sampedro: Compré este libro en Tenerife la última semana de agosto de 2007. La sinopsis hablaba de una primera parte alegórica, donde la civilización occidental se identifica con un gran transatlántico, el Occidente, que cruje por todas partes. Martín, el protagonista, se reencuentra a bordo con el señorito del cortijo en el que pasó su infancia, Manuel Osuna, a través del cual conoce a Kolhaas, físico al que intentará seguir en el camino de la meditación. Martín no consigue meditar, pero las conversaciones con sus dos amigos inician lo que él llama su “despertar”, un proceso de autoconciencia, de maduración personal y compromiso.
      En la segunda parte, Martín, que trabaja para la OMC ("Organización Manipulada por Conspiradores") es destinado a Tenerife, un remanso en el océano donde todavía es posible vivir apaciblemente, a salvo hasta cierto punto del mercantilismo (la “tecnobarbarie: una ciencia muy avanzada al servicio de un poder aberrante), burlándolo como termitas, "unas hormigas blanduchas e inermes que, sin embargo, derriban los palacios devorando sus vigas". Allí Martín conoce a Runa, la sobrina de Kolhaas, que le descubre la ciudad y la isla, los pequeños placeres de los días de excursión, la parte inexplorada de sí mísmo... Al igual que el propio Sampedro, el protagonista empieza a escribir en Tenerife su libro de denuncia.



       Aunque no como guía autóctona, conduje como Runa por las carreterillas tortuosas que bajan a la punta de Teno,

 por el valle de La Orotava hacia el Parque Natural del Teide, por la autopista de la Laguna hacia del Mirador de los Ingleses y la laurisilva de Anaga, que recorrimos a pie, como Masca, el Barranco del Infierno (al Sur de la isla),el jardín botánico de Puerto de la Cruz, ¡y cómo no, visitamos el mítico drago de Icod! No recuerdo si son suyas las semillas que han germinado en las macetas del balcón;  debió llevárselos mi ex-pareja, él los trajó, los plantó y los cuidó, pero se quedaron conmigo.

     

Si los protagonistas de la novela se sienten fascinados por el poder del volcán, ¡qué no sentiría yo cuando empezamos a andar a la luz de la luna, vimos amanecer en la zona de los huevos del Teide

 y alcanzamos la cumbre dos horas antes de lo previsto!



Comimos de regreso y bajamos al atardecer, escuchando ya relajadamentela interpretación geológica de la inmensidad que me rodeba.¡Lástima que el negocio del teleférico haya burocratizado y obstaculizado tanto el acceso a pie!



















La belleza de la ascensión -que fue el leitmotiv de aquel viaje-, la variedad de los paisajes, compensó las “turbulencias” de una “luna de miel” que no resultó tan dulce como soñaba.



      Martín se enamora de Runa al mismo tiempo que de la isla. Y Runa corresponde a Martín, aunque eso no lo sabremos hasta el desenlace, pues el relato en primera persona se focaliza desde el punto de vista de él. Una madrugada, ella es ingresada de urgencia por una infección intestinal; días después sale del hospital, ha perdido seis kilos y se encuentra muy débil. Martín -que no es todavía más que un amigo reciente- se traslada a su casa para relevar a la cuidadora después de su jornada laboral. Le da la cena, la ayuda a levantarse para ir al váter, la anima con nuevos proyectos, la arropa con un beso en la mejilla antes de irse a dormir al sofá...

      Casualmente la semana que estuvimos en Tenerife, cogí una infección de orina; no quise ir al médico por no alterar los prometedores planes; me acusaron de fingir.Es lo qu e tenemos las “chicas fuertes”, que no nos aquejan los males del vulgo, nada es grave ni urgente para nosotras y, en el improbable caso de lo que fuera, por supuesto que sabríamos apañárnoslas; crecemos casi casi como las tomateras: mucho sol, un poco de agua y otra vez a batallar; así quien no quiere enterarse ni se entera, hasta que llega el momento de la cosecha.
       Me reconozco en la debilidad de la protagonista, en la secuela que deja en su ánimo la enfermedad. Hace un año y medio adelgacé lo mismo por una afección similar. Con 43 kilos seguí entrenando y compitiendo. Una vez más la fuerza física, la belleza extrema de la actividad y el entorno, fueron mi tesoro y mi refugio. Me decía que, si seguía ganando carreras durísimas, era imposible que me pasara nada grave; cuantas más horas durara la salida, más tiempo permanecía distraída, evitando enloquecer cada vez que iba al váter por cada bocado de lo que fuera. No extrañé tener que hacerme cargo de todo en soledad: por propia voluntad crecí sin mimos y llevo más de 20 años al timón de mi casa y de mi Vida. Aunque por primera acusé físicamente la edad; me pareció atronador el silencio al cerrar la puerta a mis espaldas, aterida de frío, preguntándome entre sollozos cuál había sido mi error para encontrarme tan sola paradójicamente al cabo de cuatro años de “relaciones de pareja”.

       “No se entregó nunca y nunca fue mi hombre”, comenta Runa de su ex-marido.

      No deberíamos consentir que las cosas fuesen demasiado diferentes de como creemos que tienen que ser.

       La protagonista se recupera, como lo hice yo. Martin regresa a su apartamento con una mezcla de alegría y pesar; la echa de menos. Me gusta el amor de Martín, con el componente justo de pasión (que no es lo mismo que posesión) y aceptación (que no es lo mismo que indiferencia) Contadas veces afloja un poco la rienda de su comedimiento, las justas para que conste que corre sangre por sus venas: “Cinco siglos durante los cuales no he tenido otro contacto con Runa que el telefónico, ese cable comunicador que censura la presencia viva y el lenguaje corporal, por lo que no me gusta para hablar de lo que más me importa”.

      A pesar de la breve ausencia, haber superado juntos la adversidad ha fortalecido su unión. Retoman sus paseos, sus cafés, sus cenas, sus excursiones... Ella renuncia a una cátedra universitaria en el extranjero; él a un alto cargo como funcionario internacional. Finalmente, Martin vence su desesperante timidez (algún defectillo había de tener) y ambos corroboran con palabras los sentimientos que se deducen de sus actos. Me gusta el amor de Runa: “Mas que eso quiero yo: ser contigo, ser nosotros, sernos...” Como proyecto de Vida, eligen preservar el reducto de humanidad y naturaleza que significa la isla, desde donde seguirán desempeñando su labor de termitas, recorriendo la “senda del drago” al amparo del “padre Teide”.
      Son los personajes íntegros y las relaciones humanas honestas de los relatos de J.L. Sampedro, seres sencillos e historias cotidianas, que crecen y se hacen conforme avanza la trama, por lo general, no demasiado compleja ni trepidante.


      O Caderno”, José Saramago: Paralelamente leo este título en portugués. Lo elegí en la librería antigua Lello de O Porto. Aunque había más turistas que lectores (allí se rodaron escenas de Harry Potter), era un auténtico rito entrar y regalarse un libro. “O Caderno” nació cuando la mujer y el secretario del autor le instaron a escribir diariamente un artículo breve para publicarlo en un blog. Saramago tomó como precedente otras “libretas”, los “Cuadernos de Lanzarote”, que también se convirtireron en libros.
      Hacía un par de semanas que había registrado “ladelastrenzas”; me pareció providencial encontrar este título en los estantes de Lello, al inicio de mi tercer viaje a Portugal. Desde la primera página, el autor octogenario se adecúa al nuevo canal -objetivo que conscientemente no he conseguido yo con tan largas divagaciones- sin restar un ápice de ingenio ni de arte a su prosa.

      Aunque cultivan géneros diferentes, encontramos varias coincidencias entre “La Senda del Drago” y “O Caderno”. La primera, meramente circunstancial: ambos están escritos en una isla canaria: Tenerife y Lanzarote respectivamente.

      Otras, de índole más profunda, evidencian un punto de vista común sobre "el sistema". Un día me encontré leyendo a la par, en español y en portugués, una crítica a la figura de Bush y al papel que juegan los EE.UU. en el rumbo de nuestro transatlántico Occidente, concretamente el que supuso la mediáticamente manipulada intervención en Irak. Saramago continúa el elenco de entradas de su blog hablando en el mismo tono de nombres como Berlusconi, Aznar, Ratzinger... Lejos de limitarse a la crítica personalizada y circunstancial, el autor portugués ataca la legitimidad de la "plutocracia" que detenta el poder: "Não progredimos, retrocedemos. E cada vez se irá tornando mais absurdo falar de democracia se teimarmos no equívoco de a identificar unicamente com as suas expressões quantitativas e mecânicas que se chamam partidos, parlamentos e governos, sem atender ao seu conteúdo real e à utilização distorcida e abusiva que na maioria dos casos se vem fazendo do voto que os justificou e colocou no lugar que ocupam [...] comportamo-nos como se fôssemos os inventores de uma panaceia universal capaz de curar todos os males do corpo e do espírito dos seis milhões de habitantes do planeta. Dez gotas da nossa democracia três vezes ao dia e sereis felizes para todo o sempre. Em verdade, o único verdadeiro pecado mortal é a hipocrisia".

       Ambos autores no evitan nunca la mirada lúcida y el compromiso con la sociedad y con el ser humano, la mirada -como dice Saramago de Sampedro en uno de los artículos que dedica a las personalidades que admira, ¡qué casualidad!- de un "economista, escritor, e, sobretudo, sábio daquela sabedoria que não é dada pela idade, ainda que esta possa ajudar alguma coisa, mas pela reflexão como forma de vida". Cuenta el portugués que el español, en una entrevista que le estaban haciendo, invirtió los papeles y lanzó al aire la siguiente cuestión: "como se explica que tenha aparecido tão rapidamente o dinheiro para resgatar os bancos e, sem necessidade de qualificativos, se esse dinheiro teria aparecido com a mesma rapidez se tivesse sido solicitado para acudir a uma emergência em África, ou para combater a SIDA..."
 
 
      Tengo también sober mi mesilla "La Odisea", para ambientar un relato de ficción pendiente y los "Cuentos completos" de Carmen Martín Gaite, una de las autoras con las que más me compenetro. Bicipalo dice que ha terminado "El verano de los perros flacos". Quiero ir a la biblioteca de Llíria a sacar "El hereje", de Delibes (¡qué vergüenza no haberlo leído todavía!) Además, tengo ganas de reencontrarme con Jondalar en "Los cazadores de mamuts", aunque esa saga me la voy a dosificar a uno por temporada, así que seguiré bajando al parque. En fin, me temo que no voy a leerme las lecturas obligatorias de "primero de eso": ¡Lo siento por las publicaciones oportunistas!





2 comentarios:

  1. De la belleza inhospita, dura y esencial..., la Tierra es magma, surgimos del fuego, de ahí la esencia..., pasas al comentario de texto gozoso de tu autor favorito, te asomas al "leitmotiv" de los indignados, hablas de la infancia, de los mimos y de la capacidad de superviencia frente a la adversidad.
    Reflexionando sobre esa lucidez octogenaria de Saramago..., vamos descubriendo con la edad que poco es como nos lo habian contado, descubres una realidad dura, la de esa manipulacion politica, la de la propia debilidad del hombre y del amor.Y estos días mas que nunca descubres esa mentira, se supone que ETA deja de matar y los politicos vocean excitados mientras todos parecen olvidar el dolor. de nuevo una mascarada, de nuevo un engaño politico y mediatico..., y así suma y sigue, quizás solo queda el consuelo de que unos segundos antes de morir la ecuanimidad nos invada.

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  2. Sampedro, un autor que escribe sin ordenador novelas más largas que "El Quijote", se posicionó hace meses como un "indignado" más (¡para que luego digan que somos todos jóvenes perroflautas!; ya en 2005 hablaba de la labor de las "termitas". Saramago socava los fundamentos del sistema, de dios y del ser humano; pero nunca deja de confiar en éste último. Yo, si me he decepcionado con algunos hombres, es porque todavía creo en los otros y también en la labor de los individuos como tales, representándose a sí mísmos. Y, por supuesto, ¡creo en la Tierra! Es dura a veces, austera; pero firme, nunca me ha defraudado. ¡Ojalá, como a Escarlata O'Hara siempre me quede "Tara"! Que ni siquiera sea mía, me conformo con poder recorrerla.

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