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miércoles, 12 de octubre de 2011

LO QUE POR ENTONCES ESCRIBÍA... PÁRRAFOS DE MIS LIBRETAS Y CONATOS DE PERSONALÍSIMAS RESEÑAS


  
dECÁLOGO dESORDENADO pARA hACER mÁS  llEVADERO eL rETORNO
(5 febrero 2002)


Vuelve a dejarte el móvil olvidado en cualquier parte, preferiblemente si es en casa. Desconéctalo antes de irte a dormir, para comer, para bañarte, a la hora de la siesta: en un par de días comprobarás que tu taquicardia mejora.

Nunca son llevaderos los retornos; pero este mismo trayecto (el de la Ilusión) muy pronto lo estarás haciendo de ida otra vez.

No caigas en la facilísima tentación de atormentarte pensando que las cosas hubieran ido mejor de haber seguido a rajatabla las normas del “manual de conducta”: todos los caminos llevan inevitablemente a Roma.

Lo que sea, como sea, bajo el sol siempre es mejor.

Nada es tan grave ni tan triste cuando se lo estás contando a un amigo: se da uno cuenta de que tiene tesoros más valiosos que los que perdió.

No murmures de tu dios, la Ilusión: abandona a los ateos.

Cuesta lo mismo imaginarse lo peor que algo bonito.

Aprieta fuerte en tu mano el bosque, la fuente, la orilla del río. No los dejes caer, murmuren los realistas lo que murmuren.

SÉ FELIZ, SÉ FELIZ, SÉ FELIZ. NO PREGUNTES CÓMO. SÓLO SÉ FELIZ.

Y que la memoria te acompañe.
Y el olvido cuando sea necesario.


REENCUENTRO CON UN PAISAJE
PEÑASCABIA DESDE LA BELLIDA, 20-2-02

Esta mañana iba en el coche feliz, pues había elegido una ruta en bici muy fácil, y eso de vez en cuando también se agradece. De todos modos, si me quedaba con ganas, pensaba que con algo de suerte (léase orientación) y mucho de fuerza, podría llegar a Bejís sedienta y con el botellín vacío, bebería otra vez de la fuente de la plaza y mi espíritu quedaría libre de todas las añoranzas y de la niebla de los sueños.
Sigue siendo escurridizo Bejís. He dudado respecto a la dirección que debía tomar. Para otro día. Reconozco entonces la carretera que cruzamos este verano cuando andábamos perdidos, la que corta el PRV-80. Se me ha ocurrido que podía continuar ascendiendo, sólo hasta que se viera Peñascabia, para averiguar cuál fue el error en la ruta aquel día de julio que nos quedamos sin agua. Desde esa altura no se ve la cumbre, por eso resultaba difícil reorientarse. He recordado que cuando nos separamos para explorar las diferentes opciones, mi compañero volvió diciendo que había visto un nevero, pero yo no tuve ganas de remontar. Hicieron un reportaje la semana pasada: son los Ventisqueros de la Bellida. Decido pedalear un poco más, hasta el primero, que está justo al lado de la carretera. Desde allí se ven las antenas del pico (1323 m.)
Tengo hambre, y al final resulta más difícil resistir la tentación de comer arriba que la hartura que tienen ya mis piernas de la subida. Y allí vamos, hasta el vértice geodésico. A mis pies, sitúo el barranco por donde regresamos de la travesía Andilla-Bejís. Sobre él distingo la Peña Juliana; más a la derecha, las de Amador; en medio tiene que estar Peñascabia. ¡Sí, lo que ocurre es que no se reconoce fácilmente, está en un perfil distinto al que suele aparecer en las fotos! ¡Tanto tiempo inexpugnable!
A lo lejos, las Montañas de después: el Pico Pina. Y las de siempre: Peñagolosa, el Espadán, la Rápita.
Ha acabado siendo la excursión más dura de las que llevo, con el mismo desnivel que Cebreiro, pero con una etapa previa de tierra. El paisaje era real, el esfuerzo era real. He vuelto a pensar que era otro –otros-, no yo, quien se perdía el Mundo. Ahora sé que el cansancio espesa la niebla, que muchas tardes de retorno sólo es eso; y en la noche de descanso se va gestando un espléndido amanecer.

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