http://www.blogger.com/

miércoles, 13 de julio de 2011

PREÁMBULO Y JUSTIFICACIÓN: LAS "TIC"

Por motivos laborales, el próximo curso necesitaré familiarizarme con las TIC. Cuando me lo dijeron hace unas semanas, recordé haber leído antes estas siglas, las asociaba al título de cursillos y programaciones curriculares; pero nunca me había interesado por descifrar su significado (¡hay tantos acrónimos, famosillos, eventos y leyes de moda que se presupone que debemos conocer...!) Lo busqué en internet al llegar a casa: Tecnologías de la Información y la Comunicación. Obvio: como empecé diciendo en mi examen del último curso de portugués -que también versó sobre ello-, el tema está en el candelero. (“Anda na berlinda”, en lengua lusa. “Berlinda” significa “berlina”, el vehículo; debe de ser curiosa la etimología de la expresión)
Confieso que para el año que viene albergo la esperanza de regresar tan cansada de correr, de pedalear, de charlar y reír con los amigos, que -como solía ser- no me quedarán fuerzas ni ganas de enchufar el ordenador. De momento, como se acababa el curso, todos los cursos, y todavía no podía echarle al monte ni la mitad de horas que desearía, pensé entretener el verano intimando un poco con las exitosas TIC. Llevo meses tonteando con ellas (los cinco de la lesión); sin embargo, poco puede decirse que haya aprendido. Mis horas en la red no han pasado de ser un deambular desgarbado, sin rumbo (“desnorteado”, dicen los portugueses, con esa “e” que suena “i”, me parece una palabra de una sonoridad y un significado precisos, preciosos) El miedo es mal compañero (a mí la inmovilidad me aterra) y no había nadie más a quien decirle: “Voy a hacer esto”, y preguntarle al terminar: “¿Qué te parece?”. Eché de menos el pragmatismo agobiante de mi madre en mis años de juventud, cuando temía que la desperdiciáramos: “Però voldries posar-te a fer alguna cosa de profit?”.
Conecté el Ático a internet el pasado septiembre, porque éste era mi último año en la escuela de idiomas y necesitaba material sonoro. Siempre me sobresaltó que cualquiera pudiese colarse en casa cuando le diera la gana, a través del teléfono, de la red; me inquieta que las malas noticias o simplemente un pitido pueda irrumpir en tu tranquilidad, en tu cansancio, en tus momentos íntimos, en tu alegría o en tu tristeza... Nunca me pareció ventajoso estar localizable las 24 horas del día, los 365 días del año. El ser humano ya no “está localizable” sino que “ES localizable”, nace con esa cualidad intrínseca, cuya carencia se nos recrimina a quienes nos resistimos como una malformación.
Mucho se ha escrito y especulado (exámenes inclusive) sobre los usos y “desusos” de la red. Yo -aunque hay otros mucho más terribles: pensemos, por ejemplo, en la difusión de pornografía infantil-, el que más temía es la facilidad con que las pantallas, de una u otra índole, nos chupan las horas, sin que por ello vengan nuestras vidas a multipltcarse como las de los gatos. El tiempo que dedicamos a la “vida virtual” se lo estamos restando a la real, al contacto con la naturaleza y con otros seres humanos (me refiero al contacto que se huele, se toca, sonríe). Algo parecido sucede con las destrezas -esto lo observo a diario-: hay personas que se convierten en expertos navegantes en detrimento del desarrollo de otras habilidades, especialmente las sociales. Parapetados tras la pantalla somos quienes queremos ser; en la red sólo tenemos buena cara, buenos momentos; podemos acumular un millón de amigos sin necesidad de aprender a interactuar (respetar el turno de palabra, consensuar posturas confrontadas, tomar decisiones y alimentar ilusiones compartidas...) ni esforzarnos por ser mejores personas; ni siquiera es necesario que nos responsabilicemos de nuestra identidad o de nuestros actos. Total, cuando no nos interesa o no nos viene bien, cerramos el lap-top y los dejamos hibernando, o los mandamos a la papelera con un simple clic.
Afortunadamente, a mí las cervezas virtuales no me saben a nada, no me calman la sed ni me dan esa chispa que tiene mi doble malta favorita. Aun sabiéndolo, no he sido invulnerable. En los momentos bajos se me fueron a raudales las horas por el vertedero del cable, sense fer res de profit. Es cierto que no hubiese aprobado la comprensión oral de portugués sin tener la radio conectada desde que entraba en casa; disponer al instante de diccionarios y gramáticas me facilitó la tarea; no obstante, me desviaba con suma facilidad hacia otros derroteros, no tenía la impresión de concentrarme. Entendí la sensación de muchos de mis alumnos cuando no ven reflejadas en los resultados las horas que creen haberle dedicado al estudio. Descubrí lo que hacen mis vecinos los domingos, mientras yo solía contemplar charlando el atardecer al regreso de una excursión: los días festivos en la ciudad, los amigos, los esposos, los amantes, se encierran cada uno en su celdilla a cultivar sus relaciones en las antípodas. Comprendí cuánta insatisfacción y soledad debe de haber en algunos mal llamados “hogares”, “relaciones personales”, para que uno acabe refugiándose así. Hubo días y noches en los que me perdí (desnorteada), cerraba los ojos y redactaba como si tomase sorbitos de tila.
Aparentemente imperceptible, como la mejoría de los tendones, en el otro extremo del túnel se fueron perfilando les coses de profit, lo positivo que todos, incluso los inventos eletrónicos, llevamos dentro. Lo que sucede -ésta era la tesis de mi redacción en el examen final- es que quizá no estamos acompañando el espectacular desarrollo tecnológico con un crecimiento interior y un proceso de madurez social que nos permitan discernir un uso justo.
Es ahora cuando por fin me decido a tantear ese empleo a nivel personal, a aprender, a escribir o chapurrear sobre los (mis) temas de siempre (muchas Montañas espero, algunos libros, mi atípico diario...) Aquí abro esta puerta con curiosidad, sin miedo, porque sé que la primera visión del día será Naturaleza; la última palabra al caer la noche, humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

http://www.blogger.com/